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Juan Carlos Laviana.

Lecturas peligrosas

Asistimos a un revisionismo moral de las vidas de los escritores y de sus obras

Las descalificaciones de "Lolita" de Nabokov, por su presunta incitación al abuso sexual de menores, abren la puerta a la revisión de toda la herencia artística con el fin de comprobar si supera las barreras morales de la sociedad actual. Este revisionismo se centra a veces en el contenido de las obras, como en el caso de "Lolita", pero sobre todo en la conducta de los autores, como en el caso de Woody Allen.

Esta controversia sobre qué obras y qué comportamientos superan los baremos de lo políticamente correcto lleva a resucitar viejas preguntas. ¿Que un artista haya sido un malvado en su vida descalifica su obra? De ser así, deberíamos prescindir hasta de Picasso. ¿Quién decide cuáles son los comportamientos morales adecuados? Si es la opinión de la mayoría, cuidado porque la mayoría también eligió a Hitler o aprobó la segregación racial. ¿En base a qué leyes o normas consideramos una obra o un comportamiento moralmente impropio? El criterio es muy diferente si nos atenemos a los preceptos de la época en que la obra fue creada o a los actuales; las reglas de la sociedad del siglo XIX no tienen nada que ver con las del XX, ni estas con las del XXI.

Con todo esto en la cabeza, he sometido a un test de estrés a algunas de mis últimas lecturas. Soy un lector caótico, que sigue una línea incoherente y arbitraria con los libros, pero así cumpliré con el mandamiento de la diversidad. Empiezo por lo último: "El puente", de Gay Talese. Resulta que el gran paladín del nuevo periodismo es un inmoral que abandonó a su mujer y a su hija por un reportaje de inmersión sexual, es amigo de Trump y de Kevin Spacey, y mintió en su último libro "El motel del voyeur", contando una historia falsa. A la hoguera.

El siguiente es el admirado y archicitado George Orwell. Leía con fruición su "Homenaje a Cataluña" en busca de un cronista de ponderación británica sobre nuestra Guerra Civil y me encuentro con un trotskista fusil en mano. Resulta chocante cómo este inglés estirado desprecia lo caóticos y poco disciplinados que somos los españoles y con qué pasión quiere matar fascistas como si participara en una batida de zorros. ¿Quién es él, un policía colonial represor de los pobres indios, para darnos lecciones? A la hoguera.

Cambiamos de orientación y de continente. Releo los cuentos de Raymond Carver agrupados en "Short Cuts", y me encuentro con un borracho peligroso y violento, que maltrataba a su propia esposa, no solo siendo infiel, sino a golpes, hasta el punto de romperle una botella de vodka en la cabeza. Pero si Carver es un escritor de culto, padre de la nueva narrativa americana, intento justificarle. Además, si le condenamos a él tendríamos que condenar a una enorme lista de borrachos y machistas: Chandler, Kerouac, Fitzgerald, Hemingway... Se siente. A la hoguera todos.

Intentemos buscar un autor de consenso, español, un clásico del siglo XX. Para cubrir un imperdonable olvido, leo y disfruto de la indispensable "El árbol de la ciencia", del gran Pío Baroja. Magistral. Pero, atención. De Baroja también se podrían decir algunas cosas: ¿No era misógino? ¿No era manifiestamente antisemita? ¿No iba por la vida como un aristócrata que despreciaba la democracia y la igualdad? A la hoguera.

Una de dos. O elijo muy mal mis lecturas o aquí no se salva nadie. Si no se detiene este sunami de corrección, acabaremos poniendo una calificación moral a los libros (apto, adultos, adultos con reparos?) como lo hicimos durante muchísimos años con las películas. No debiéramos olvidar que los libros no son ni lascivos ni degenerados. La lascivia y la degeneración están en los ojos de quien los lee. Lo expresaba muy claro Simone de Beauvoir: "Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra". Por cierto, ¿esta Beauvoir no es la que le buscaba chicas menores para satisfacer a su marido Sartre?

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