Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Los motivos de un crimen

Conocida la muerte de Gabriel, queda la tarea de indagar

En el 14 aniversario de los atentados del 11-M en Madrid, la sensibilidad de la opinión pública se vio golpeada de nuevo por las revelaciones sobre la supuesta autoría del asesinato de Gabriel Cruz, un niño almeriense de 8 años que había desaparecido hace doce días y al que se buscaba afanosamente por los alrededores del lugar donde vivía. Y el hecho de que su cadáver haya aparecido en el maletero del automóvil que conducía la actual pareja sentimental de su padre, una mujer de origen dominicano, añadió dramatismo al suceso.

Todo el mundo pudo ver en las imágenes servidas por los medios el llamamiento angustiado que hicieron los padres de Gabriel hacia quienes pudieran tener secuestrado a su hijo para que lo liberasen sin hacerle daño. Y todo el mundo pudo ver también cómo la ahora principal sospechosa del crimen participaba del dolor de la familia, se abrazaba a ella, y hacía compungidas declaraciones ante las cámaras de televisión a poco que los periodistas se acercasen a ella para pedirle unas palabras. "¿Quién puede querer hacer daño a un niño?", se preguntaba.

Meterse en la cabeza de un asesino, aparte de desagradable, es un ejercicio imposible. Y más todavía cuando las víctimas pudieran ser niños. Aunque últimamente ya hemos sabido de varios casos en que la muerte de unos niños es utilizada por algunos padres separados como mejor forma hacer el mayor daño posible a sus antiguas parejas. Recuérdese si no el repugnante crimen de aquel padre cordobés que denunció ante la policía la desaparición de dos hijos en un parque público durante un periodo de visitas autorizado judicialmente. Luego, se pudo demostrar en juicio que los había asesinado fríamente para después quemar sus cadáveres en un horno al objeto de eliminar pruebas.

Una vez conocida la muerte de Gabriel, queda para la Guardia Civil, los medios y la Justicia la tarea de indagar sobre los móviles del crimen. Que no suelen guardar proporcionalidad con el desatino perpetrado.

El escritor francés André Gide en su libro "No juzguéis. Apuntes sobre mis experiencias como jurado ante el tribunal de Ruan" dice que "se puede asesinar por celos, por codicia, por venganza, durante una pelea. ¿Pero cabe imaginar que se pueda asesinar meramente para probarse a uno mismo su voluntad?".Y cuenta al caso de un joven de dieciocho años que asesina a una amiga de dieciséis previo firmar esta un documento librándole de toda responsabilidad ante un grupo de conocidos. Sin ningún otro motivo y sin experimentar remordimiento alguno. Es más, luego de perpetrado el crimen el asesino se toma tranquilamente unas cervezas y luego se va al cine antes de entregarse en comisaría.

No sabemos en qué parará este trágico suceso pero algunos medios parecen haber encontrado un pretexto estupendo para escarbar en la vida pasada y en la personalidad de la supuesta asesina y, sobre todo, en los móviles del crimen que ya sabemos de antemano que serán demenciales.

Por contraste, ha resultado emotivo y aleccionador el alegato de la madre de Gabriel emplazando a la ciudadanía a promover sentimientos positivos de solidaridad y justicia y olvidar la tentación de dejarse llevar solo por impulsos de venganza. Algunos políticos y algunos medios ya aprovechaban para pedir reformas penales más duras.

Compartir el artículo

stats