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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La lealtad

A estas horas, y a pesar de la sorpresa que pueda causar, no parecen pocos los habitantes de este antiguo Reino que se plantean dudas acerca de la lealtad de facto que el Gobierno central mantiene en sus compromisos con Galicia. Y no se trata sólo de la izquierda, cuyos miembros recelan hasta de las sombras por si ocultan una trampa; también la gente del común sabe de qué va: la desconfianza cunde hasta entre aquellos que han creído en la sinceridad de las promesas y asisten ahora estupefactos al espectáculo inversor y financiero que se les proporciona.

Se podría acompañar lo que se dice con ejemplos abundantes para argumentarlo, pero no se trata agotar un catálogo que ocuparía más espacio del disponible. Por eso quizá sea suficiente citar lo más obvio y recordar que, en cifras publicadas y no desmentidas ni matizadas, la inversión pública en Galicia descendió notablemente, y en cuanto a la financiación, el señor ministro Montoro sigue dando vueltas al sudoku de cómo perdonar a los que no pagan sin lastimar demasiado a quienes, como la Xunta, cumplieron aún asfixiando a sus ciudadanos.

Y como muestra basta un botón, se puede aplicar el dicho a los capítulos -habría más- que se citan como acicate para fomentar apoyos a los presupuestos. En lo financiero el Gobierno del señor Rajoy amplió en doscientos millones el cupo vasco y mejoró sustancialmente el bonus de la insularidad a Canarias. Y en lo inversor, acaba de destinar al AVE vasco una muy sustanciosa cantidad, aparte de plazos mucho más cortos, y a las islas dotaciones para mejorar sus infraestructuras. Como prueba de cuánto puede hacer un puñado de votos bien aprovechados.

En este punto, y una vez más, conviene repetir que las citas, y las comparaciones, no se hacen para criticar a los que reciben lo que Galicia no, porque seguramente lo necesitan. Lo que sí se hace, por supuesto es señalar con el dedo el distinto y desigual trato, para que nadie lo olvide y no pase lo de quien prescinde de su historia, que está condenado a repetirla. Y para que se medite sobre la lealtad, cuya síntesis más simple se reduce a definirla como el cumplimiento de lo prometido. Y aquí ya hay motivo para indicar que quien esté de verdad satisfecho, que levante el dedo.

(Quizá no estorbe una reflexión acerca de las posibles causas de esa medible diferencia a la hora del reparto. Acaso se considere malévola, pero esa interpretación se quedaría incluso corta, aunque fuera cierta, comparada con determinados usos y costumbres de la política que aquí se practica. Se trata de la sospecha de que, en aparente campaña como está el presidente de la Xunta para ser una opción al relevo del actual inquilino de la Moncloa, el entorno del señor cierre filas para amargarle la vida a don Alberto y de paso fastidiar a este antiguo Reino aún con el riesgo electoral que comporta. Es verdad que eso de "perdidos, al río" es una jaculatoria para suicidas y no cabe en una mente sosegada, pero cosas peores se han visto; tantas, que se necesitó labrar la frase de "piensa mal y acertarás". Por si acaso.

¿O no??

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