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Carmen Pérez Novo.

Los contratiempos de la convivencia

Cuidarse a uno mismo es el principio básico para empezar a ser reconocido por los otros

La convivencia nos trae muchos contratiempos. Cada vez nos resulta más difícil convivir. Y es que no nos ponemos de acuerdo. El problema radica en que queremos tener derechos y que nos reconozcan como seres dotados de dignidad, ¿y donde están los deberes?

Porque, si quiero tener derechos, implícitamente, estoy aceptando alguna obligación. Todas y todos deberíamos tener muy claro que los derechos no son valores absolutos que puedan justificar cualquier conducta.

No, señoras y señores. Tenemos la obligación de asumir las consecuencias de los propios actos. O sea que si queremos ser valorados y sentirnos valiosos, no podemos hacer lo que nos venga en gana, sino que debemos actuar en función, no solo de la responsabilidad con los demás, sino también con la que nos debemos a nosotros mismos.

Si es injusto que los otros me traten de forma indigna, también lo es que yo les trate de la misma forma e, incluso, que haga lo mismo conmigo. Si no puedo hacer daño a los demás, tampoco debo hacérmelo a mí mismo. Si no permito que los otros limiten mi libertad, ¿puedo limitarla yo?

Hay una frase muy usual en nuestro tiempo y es: "Con mi cuerpo y con mi vida hago lo que me da la gana". Pero, ¿de verdad les parece sensata esa afirmación?

O sea que si una persona decide embrutecerse con alcohol, drogas y exceso de comida, ¿no supone, acaso, una esclavitud y pérdida de la propia libertad, al entrar en un mundo de subordinación y sumisión a un dueño fanático y devorador? Además, y por si fuera poco, a una terrible carga, tanto para la familia como para la sociedad.

Por eso, si de verdad queremos ser reconocidos como valiosos, merecedores de ser protegidos y considerados como dotados de dignidad, tenemos que empezar por cuidarnos a nosotros mismos. Porque, el grado en que lo hagamos, va a determinar que nos alimentemos adecuadamente, durmamos bastante, hagamos ejercicio físico, evitemos el tabaco, alcohol y drogas, prestemos la debida atención a la familia y los amigos, desarrollemos bien nuestro trabajo, disfrutemos del tiempo libre, y, sobre todo, que cultivemos el espíritu.

De esta manera, seguro que empezaríamos a marcar muy bien las prioridades y a comprender que si queremos que respeten nuestra dignidad, debemos empezar a promocionar valores olvidados, como son el respeto y la lealtad, tan importantes en la convivencia, porque favorecen la relación entre las personas.

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