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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Cuando hacen agua los partidos tradicionales

La Alemania democrática, es decir, la emergida de la derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, se nos ha presentado siempre como envidiable modelo de estabilidad.

Algunos comentaristas de nuestro país la han mirado como ejemplo digno de imitación y se han preguntado más de una vez por qué aquí no se podía llegar a coaliciones de centro entre la derecha y la izquierda como las de allí.

Pero es un modelo, sin embargo, que parece hacer aguas últimamente y son ahora los propios comentaristas germanos los que se preguntan si la era de los grandes partidos tradicionales -CDU/CSU y SPD- toca allí también a su fin.

El país de Gerhard Schroeder y Angela Merkel parece a punto de seguir el mismo proceso que hemos visto ya en otros países, donde cada vez resulta más difícil formar gobiernos estables.

Algunos lo atribuyen a la propia división de la sociedad, al rápido proceso de transformación, al individualismo creciente, al desencanto con la clase política, pero también a la influencia muchas veces disgregadora de las redes y los medios sociales.

Los ciudadanos se emancipan de los partidos de toda la vida, que sienten que ya no los representan como antes y aspiran a algo que pudiera asemejarse más a la democracia directa.

Los populistas han visto llegada su oportunidad, sobre todo dada la inseguridad que en buena parte del electorado, la más vulnerable, genera la globalización con todas sus secuelas.

Secuelas como la inseguridad en el trabajo, los recortes salariales con el pretexto de la competitividad internacional, una inmigración que ya no llega como antes de países o regiones de culturas similares y el cuestionamiento de los valores tradicionales.

Todo eso explica la aparición de los nuevos partidos de extrema derecha en tantos países europeos, entre ellos la llamada Alternativa para Alemania, que es sin duda la mayor amenaza para los grandes partidos de posguerra de ese país.

Si a comienzos de los años setenta, los partidos de la Unión (CDU/CSU) junto a los socialdemócratas (SPD) representaban al 90 por ciento del electorado, hoy juntos su apoyo no llega al 50 por ciento.

Algunos analistas atribuyen tan dramático desgaste sobre todo a la creciente confusión entre los programas políticos de los partidos de la Gran Coalición, que ha dejado vacantes sus dos flancos, algo que ha sabido aprovechar sobre todo la extrema derecha.

Los más perjudicados han sido evidentemente los socialdemócratas, que no ha conseguido recuperarse del enorme daño político que causaron a ese partido las "reformas" de la llamada Agenda 2010 de Schroeder, continuadas luego por Merkel.

Reformas que redujeron el papel del Estado, recortaron derechos sociales, fomentaron la eufemísticamente llamada "responsabilidad individual", flexibilizaron las relaciones laborales y que, si bien redujeron drásticamente el desempleo, fue a base de precariedad y bajos salarios.

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