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Ceferino de Blas.

Agradecimientos

No existe en la actualidad una novela de éxito que no incluya una relación de agradecimientos, a modo de epílogo. Ya es un capítulo más en el género de la ficción. El epígrafe contiene varias paginas, en las que se cita a las personas que han colaborado de distintas formas en la obra.

Antes los autores se limitaban a una breve referencia de gratitud al principio, antes de iniciar el relato.

Lo que ocurre ahora es una muestra de cómo han cambiado las formas de trabajo y las modas, incluido el concepto de construcción y elaboración de las novelas, y las obras de creación en general.

Antes la gratitud era de comprensión. Se agradecía a la esposa los padres o los hijos que fueran tolerantes con el autor que, en la etapa de producción, los dejaba abandonados, se mostraba irritado e intratable, y una vez concluido el libro y vuelto al estado habitual de comunicación, se lo demostraba con la cita. De dos o tres líneas.

Ahora las gratitudes son de colaboración, por lo que los que son nombrados han aportado al resultado final del libro.

Es otra muestra del cambio de los tiempos. En el pasado el trabajo era más individual, y las novelas más imaginativas que realistas, ahora es una acción más de equipo, y basada en hechos y situaciones concretas, de ahí que la colaboración sea científica, informativa, técnica.

Sin que falte la gratitud de comprensión hacia la familia, que tiene que soportar las manías del autor, mientras escribe.

Las gratitudes están especializadas. Por ejemplo, Dan Brown, en "Origen", dedica varios párrafos a los informáticos, especialistas en arte, robóticos y científicos relacionados con la inteligencia artificial, materias con las que trama la ficción. Pero también agradece al apartado editorial, y entre las personas que recuerda está la asturiana Nahir Gutierrez, que colaboró con el Club Faro desde los comienzos con conferenciantes que escribían para su editorial. Todos muy conocidos.

Ian McEwan, en "La ley del menor", se deshace en elogios a los jueces y abogados que le ayudaron en la parcela técnica, e incluso le aportaron algún caso de los que aborda.

Michael Connelly es el gran novelista de "Los Ángeles," donde discurren todas las aventuras de su personaje preferido, el detective Harry Bosch. Basta cualquiera de sus títulos para comprender que está describiendo y desmenuzando la tercera ciudad de EE UU, la que da vida a la gran California, la más mestiza, la más hispana y española permanentemente atascada, y siempre trepidante.

Conmely ama Los Ángeles, por eso su personaje es un policía incorrupto, que quiere cambiarla y persigue el crimen y cuanto de perverso hay en la sociedad, en un entorno donde concurren lo mejor y lo peor de una conurbación de mil quinientos kilómetros cuadrados y 18 millones de habitantes.

Aunque cueste creerlo, en cierto modo, el distrito de Los Ángeles se asemeja a Vigo, por configuración geográfica, por el carácter civil de su sociedad, por su actitud independiente y por el Castro y el Observatorio Astronómico Griffith angelino, donde se rodaron las escenas del baile cumbre de "La La land", la película de los Óscar del año pasado.

Es un atractivo más para acercarse a la genialidad de Connelly para contar historias.

Sus amplios agradecimientos están dirigidos a policías, jueces y periodistas, preferentemente. El periodismo -sobre todo las gentes de The Angeles Times, situado frente a la Oficina Central de Policía-, es parte imprescindible de sus novelas. Y los profesionales de la noticia figuran siempre en sus párrafos de gratitud

En resumen, las obras que acaben con una relación de gratitudes son garantía de un buen trabajo de investigación y la expresión de que se está ante un autor que sabe valorar el rigor. Merece la pena ojearlas, y si apetecen, leerlas.

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