Frente a lo que a veces se argumenta, existen grados de libertad significativos en cuanto al posible menú de servicios públicos y prestaciones posibles en una Sociedad. Lo que hay que ser es coherente. Si queremos más gasto en pensiones o sanidad, hay que explicitar la fuente de los recursos. Hacerlo de otra manera significa actuar de forma demagógica o irresponsable. Por eso, quien pretenda defender avances en el Estado de bienestar español, debe comenzar hablando de cómo financiarlo y debe estar dispuesto a que su programa de gobierno sea analizado externamente para validar su coherencia presupuestaria.

Dicho esto, parece evidente que el sistema tributario español, la principal fuente de recursos públicos ordinarios, requiere una reforma profunda que le permita ganar en suficiencia, equidad y eficiencia. En los años previos a la crisis (2006 y 2007) España alcanzó notables superávits presupuestarios de la mano de unos ingresos fiscales hinchados por la burbuja inmobiliaria. Un espejismo. La recuperación económica ha vuelto, pero no la burbuja, y por eso la elasticidad de la recaudación tributaria al crecimiento del PIB está siendo sistemáticamente menor a lo que se presupuesta.

El corolario de lo anterior es el gráfico adjunto. Si renunciamos a actuar en el frente de los recursos, el ajuste fiscal solo puede conseguirse mediante el recorte o contención de los programas de gasto. En ningún manual de economía aparece que la línea del gasto tenga que caer y la naranja mantenerse estancada en el entorno del 38%. Lo que sí aparece es que tienen que estar cerca una de otra.

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*Director de GEN (Universidade de Vigo)