Aunque existen interesantes trabajos, está por escribir la historia del consulado en Vigo, un colectivo que ha desempeñado un papel de primer orden en las relaciones internacionales, el crecimiento económico y la intrahistoria de la ciudad. Hasta salvar vidas, como hizo alguno de sus representantes en los terribles primeros días de la guerra civil.

Aunque la diplomacia se caracteriza por la discreción, y muchas actuaciones pasan inadvertidas, con las que se conocen se compondría un grueso volumen.

La función de los cónsules fue más determinante en el pasado, cuando las comunicaciones se demoraban. Incluso en Vigo, que era una ciudad marítima y privilegiada en las transmisiones.

En la primera mitad del siglo XX, el consulado vigués vivió periodos de relevancia, por la posición estratégica de la ciudad, como fueron los antecedentes y las dos guerras mundiales.

Especial significación ha tenido siempre la representación británica, que durante más de un siglo estuvo a cargo de cónsules profesionales.

Lo justifican las especiales relaciones que, desde antiguo, mantuvo con Vigo el Reino Unido, por el tráfico de buques mercantes y de pasajeros. La llegada de la armada británica era celebrada porque aportaba recursos a la economía local.

Por el consulado de la Gran Bretaña desfilaron en dos ocasiones, en los años treinta, los príncipes de Gales, que llegarán a ser reyes con los nombres de Eduardo VIII, que dimitió, y Jorge VI.

La primera visita fue en enero de 1931, y hubo una recepción en el Ayuntamiento, de la que deja constancia una foto de Llanos. De la segunda, en un viaje de incógnito, otra de Pacheco.

Ningún otro consulado, ni el austriaco, de los más antiguos, ni el portugués, el francés ni de las principales naciones de América Latina, alcanzaron tanta relevancia.

Por eso sorprende que el Reino Unido no figure entre los países que acudieron a la constitución del Cuerpo Consular de Vigo, y tampoco se haya excusado, siendo una representación de tanto peso. Pero es evidente que lo motivó alguna razón que no impidió que respondiera a otras convocatorias posteriores.

Cónsules existen en Vigo desde el siglo XVIII, según se concluye de la documentación del Archivo de Simancas, pero no se agruparon orgánicamente hasta avanzado el siglo XX.

De suyo la constitución del Cuerpo Consular de Vigo no se produce hasta el 29 de abril de 1920. Promovió la reunión el representante de Uruguay, Eduardo García Huertas, y se celebró en uno de los salones del Casino.

Asistieron al cónclave los titulares de 18 países, entre ellos, EE UU, Francia, Alemania y Turquía, y dieron su representación otros tres, que excusaron su asistencia. Por esta época superaban la treintena las representaciones consulares.

Los asistentes designaron una comisión para redactar el reglamento y nombraron decano a García Huertas, diplomático de carrera, por ser el promotor y uno de los más activos.

Así se organizó el Cuerpo Consular de Vigo que, en el plazo de quince meses, conmemorará su centenario, aunque actualmente las circunstancias hayan rebajado el número de componentes.

Una de las providencias que tomó el decano fue recomendar a todos los cónsules que colocaran banderas a media asta, en señal de duelo por el asesinato del jefe de Gobierno español, Eduardo Dato, en 1921. Fue unánimemente atendida

Pero el episodio más relevante del Cuerpo en la etapa inicial, ocurrió a la llegada a Vigo del presidente de Argentina, Marcelo T. de Alvear, en 1922. Hacía el viaje desde Burdeos a Río de Janeiro, de paso hacia su país.

Una amplia representación del Cuerpo acudió al buque Massilia, a saludar al mandatario. Todos los consulados izaron las banderas respectivas mientras permaneció en la ciudad.

La visita de Alvear congregó a miles de personas en los muelles. No en vano su país era el más importante de Sudamérica y el preferido para la emigración.

En la nómina consular viguesa figuran personajes destacados como Nigthingele, promotor del monumento de Monteferro a los marinos muertos o Harold Oxley, a quien el historiador Angel Viñas atribuye una intervención decisiva en la tibia postura de Inglaterra con la República, en la Guerra Civil. Se ausentó de Vigo en 1937.

O el excelente escritor y dramaturgo Armando Mock, que representó a Chile durante 1930, antes de ser trasladado a Barcelona. También el prolífico escritor modernista Alfredo Gómez Jaime, que fue el segundo decano del Cuerpo Consular, en representación de Colombia. Un homenaje que le rindió la intelectualidad viguesa fue la ocasión de que se diera a una calle el nombre de su país.

Eran tiempos en que las naciones sudamericanas nombraban representantes a destacados escritores y gentes de la cultura. Los ejemplos más preclaros son los nobel Gabriela Mistral y Pablo Neruda.

Vigo, con varios cónsules sudamericanos que fueron destacados escritores, es también un ejemplo de esta práctica.

El primer decano, Eduardo García Huertas, cónsul de Uruguay, permaneció en Vigo durante doce años, hasta que fue trasladado a Valencia. Allí falleció tras una rápida enfermedad en 1933, mientras desempeñaba la representación de su país.

Su nombre viene a la memoria cuando empieza la cuenta atrás del centenario de la constitución del Cuerpo Consular de Vigo, en cuyo nacimiento tanto influyó. Un aniversario que habla del arraigo de esta corporación en la ciudad, y que merece una conmemoración.