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Megalómano hasta el final

En la confesión de su derrota, Puigdemont solo lamenta el sacrificio de su persona

Puigdemont siente que los suyos le han sacrificado y que, por eso, el "procés" toca a su fin. Último botón de muestra de su megalomanía: solo lamenta el sacrificio de su persona política y, como mucho, los de quienes están todavía en prisión o huyeron a Bélgica siguiendo su estela. Nada sobre los millones de catalanes sacrificados desde 2012 por gobiernos que no gobernaron ni se ocuparon de los asuntos públicos. Que no legislaron más que para dar apariencia normativa al delirio independentista y que laminaron los derechos de los diputados de la oposición y al propio Parlament.

Los suyos, claro, no son los suyos, es decir, los diputados de Junts per Catalunya (JxC), sino los de ERC y, más que ninguno, el nuevo presidente del Parlament, Roger Torrent, que el martes pospuso sin fecha el pleno de su investidura descorporeizada para no seguir el viacrucis judicial de su predecesora, Carme Forcadell.

Torrent, respaldado desde la prisión de Estremera por el líder republicano, Oriol Junqueras, y la plana mayor de Esquerra. La misma fuerza que llamó traidor a Puigdemont, un día antes de la fúnebre declaración de independencia del 27 de octubre, por sentirse determinado a convocar elecciones para evitar la suspensión del autogobierno.

"Esto se ha acabado", escribe Puigdemont a su exconsejero Toni Comín, que no le contesta. Detrás, un cámara de Tele 5 registra para la posteridad los mensajes: "El plan Moncloa triunfa". El expresident ya solo espera que su caída y la debacle del "procés" permitan a "todos salir de la cárcel, porque, si no, el ridículo histórico es histórico". Y tanto.

Ni la "agenda del procés" que llevó Jové, ni las abjuraciones del unilateralismo "a la Forcadell"; lo que le da la puntilla al desafío es el desliz tecnológico de Comín, que no se cosca de que le están grabando los mensajes del jefe, enviados a través de una red (Signal) recomendada por el gran filtrador Snowden.

Puigdemont, ese periodista experto en las nuevas armas de comunicación y desinformación, no se lo perdonará nunca. ¿Cabe pensar que Comín, diputado de ERC, se dejó grabar la pantalla del móvil para precipitar la caída del libertador?

Quizá no, porque el receptor reaccionó ayer amenazando con plantar querellas en España y en Bélgica, e invitando al "bloque del 155" a no ilusionarse con "la división del independentismo, porque tendrán un enorme disgusto". O quizá sí, porque el disgusto y el malestar son ya extramuros.

Puigdemont, más comedido, reconoce implícitamente que lo escrito es obra de sus pulgares: "Soy humano y hay momentos en los que también dudo". Pero "también soy el president y no me arrugaré ni me echaré atrás".

Pero en los mensajes a Comín, el canto del cisne del "procés", la más desgarrada expresión de su patraña, el todavía candidato a la investidura confiesa: "Esto ahora ha caducado y me tocará dedicar mi vida a defenderme". Ya es algo. Puede regresar a España a hacerlo cuando quiera. Pero antes, si es posible, que dude también en público. La duda precede siempre a la certeza.

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