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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La marejada

Lo han negado tantas veces como se ha dicho, pero les va a resultar muy difícil, a los opinantes de la confluencia conocida por En Marea, conseguir que el asunto desaparezca de la atención pública. Sobre todo después de que dirigentes de tanto calibre como el Portavoz Único y el alcalde de A Coruña se ausentan de una reunión que, sobre municipalismo, pretendía ser este fin de semana antesala de las elecciones del próximo año. O de que Podemos mantenga la incógnita acerca de si sumará yendo juntos o restará si lo hace por separado cara al reto de 2019.

En realidad, la marejada interna que sacude a EM es casi continua desde su mismo nacimiento. Y además de los casos más recientes ya citados vivió otros como el intento -fallido, por ahora- de reducir la competencia del señor Villares o la insólita petición de este a su Grupo Parlamentario para que no exterioricen -y con alboroto mediático- sus diferencias. Y como a confesión de parte sobran pruebas, lo que también podría denominarse popurrí político necesitará casi un milagro para que alguien crea de verdad que en su seno todo marcha como la seda.

La verdad es que ya, salvo a los hooligans -que los tienen, como cualquier otra formación- parece importarles un bledo todo eso. Y eso que varias de las encuestas que se hacen -a pesar de que sus autores no atraviesan el mejor momento para recabar la fe en sus pronósticos- indican que su tendencia al voto cae, si bien todavía no de una forma estrepitosa, pero constante. Es algo parecido a lo que le ocurrió al BNG y que este nunca creyó hasta las evidencias electorales. Incluida la del 25/S, aunque salvó su Grupo Parlamentario con solo seis diputados.

La marejada que sacude a lo que se intentó presentar como una especie de nuevo Frente Popular, tiene causas diferentes y probablemente también, cuando llegue el momento, efectos distintos. Y es que si la aritmética alerta todavía sobre la imposibilidad de sumar números heterogéneos, la política advierte de lo mismo aunque el resultado parezca hacerlo posible. Y el peligro es tanto mayor cuanto menos uniformes son los grupos que se apuntan a un denominador común con la difusa definición de "izquierda", que algunos añaden "revolucionaria".

Es verdad que fueron muchos los gallegos que en su momento apostaron por un cambio, pero no lo es menos que el paso del tiempo provoca desengaños, como quedó dicho. Y ocurre sencillamente porque los creyentes han visto que, en el fondo, el radicalismo sirve para poco. Sobre todo en un antiguo Reino que, como este, ha visto demasiadas cosas como para no mantener un resto de escepticismo que hace a sus gentes, más que conservadoras, moderadas. ¿O es que alguien ve otra cosa en los resultados de casi todas las elecciones que aquí han sido...?

¿Eh...?

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