La mecanización de las actividades productivas posibilita al ser humano una existencia más gozosa y descansada. Cierto es que la destrucción de puestos de trabajo que conlleva puede plantear algunas dificultades para que el conjunto de la sociedad se beneficie del progreso y, en definitiva, para que la tarta social sea repartida entre todos. Sin embargo, sería estúpido oponerse a los avances tecnológicos ahorradores de trabajo humano: ¡que trabajen las máquinas mientras nosotros nos dedicamos a la vida contemplativa!

Cosa muy distinta es que una empresa pretenda convertir a sus clientes en trabajadores, para aliviar así sus costes laborales y hacer máximos los beneficios. En particular, curioso invento el de las gasolineras autoservicio. No reducen los precios para los consumidores, aumentan los márgenes empresariales; no ahorran trabajo, destruyen empleos.

En todos los países crece de forma continua el porcentaje de gasolineras que optan por diezmar plantillas y convertir a los automovilistas en trabajadores ocasionales sin contrato ni sueldo, pero que vienen a hacer lo que antes otros hacían a cambio de salario y seguridad social. Y en un país como el nuestro, donde la tasa de paro supera el diez por ciento, no sobran puestos de trabajo. El paroxismo se alcanza con las nuevas gasolineras desatendidas.

Pero no sólo quién por solidaridad piense en los trabajadores debería mosquearse. Porque todos debemos pasar por el ritual de bajar del coche, soportando muchas veces diferencias térmicas desagradables; mancharnos las manos, cuando no la ropa o el coche; por no hablar de riesgos de seguridad. Cinco minutos de nuestro tiempo que regalamos a una empresa que supuestamente nos hace una rebaja significativa en el precio de los carburantes de la que se dice que alguien alguna vez vio.

Personalmente, hace tiempo que no visito una gasolinera desatendida parcial o totalmente.

*Director del Foro Económico de Galicia