Y la gran sorpresa es que la presidencia del Eurogrupo puede ir al portugués Mario Centeno, el ministro de Economía del socialista Antonio Costas, que gobierna en minoría apoyado por los comunistas y un grupo similar a Podemos. Y es que Portugal -que tuvo que ser rescatado- emula la recuperación española. El PIB crecerá este año el 2,6%, menos que el español, pero el paro ha bajado al nivel anterior a la crisis del 2008, el 8,6%, la mitad que el nuestro. Y el déficit público cerrará el año en el 1,4% del PIB, el nivel más bajo en 44 años, y será la envidia de Montoro, que lucha por acabar en el 3,1%. La previsión para 2018 es que el déficit caiga por debajo del 1%. Y aún hay izquierdistas españoles que -indocumentados y fieles al tópico- predican que reducir el déficit es un error y además de derechas. Bueno, lo hacen tanto el conservador Mariano Rajoy como el socialista Antonio Costas y no obtienen malos resultados.

Portugal sigue teniendo problemas de deuda pública y de desigualdad -igual o más que España- pero ha salido de la crisis y está bien colocado en Europa. Ahora Vítor Constancio es vicepresidente del BCE, cargo al que aspirará España próximamente (Guindos dice que será nuestro), y el ministro Mario Centeno, un economista doctorado en Harvard, es el candidato mejor situado -pero no seguro- para asumir la presidencia del Eurogrupo el próximo lunes.

La conclusión es que la política económica europea y la actuación del BCE no han sido malas para los países del sur de Europa. Los "pigs" ya no son "pigs" e incluso Grecia se recupera lentamente. La medicina alemana ha sido dura pero no ha matado. Y el BCE, aunque tarde, ha seguido una política muy expansiva que ha eliminado -por el momento- los problemas de financiación de la deuda pública de los países del sur de Europa. Pero conviene tener en cuenta dos realidades. Una, Draghi ha podido, contra los instintos alemanes, ser poco ortodoxo por un pacto tácito con Merkel. Segunda, esa política no puede seguir indefinidamente. Se inflexionará a finales de 2018 y entonces se verá si los países del sur han hecho los deberes suficientes.

Un país no puede gastar permanentemente más de lo que recauda. A no ser para inversiones públicas y gastos que -en la realidad y no solo en los papeles- sean productivas y contribuyan a aumentar el PIB.

La garantía del 3,1% de Guindos, o del 2,6% de Mario Centeno, pueden desaparecer si la política económica cae en manos de iluminados, irresponsables u optimistas patológicos que abundan en todos los partidos.