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Populismo y recogimiento

Ayer eurófobo, hoy europeísta reformador, Puigdemont pisa firmemente el terreno del gran populismo, el de las verdades del sentimiento y la víscera (posverdades) y las acusaciones sin pruebas. Después de tachar a la UE de "decadente" y "obsolescente", y de recular ante la tempestad de críticas, el expresident la toma ahora con el CNI, cuya "deslealtad" impide saber a "nos" (como decían antaño los reyes) si no se hubiera podido evitar "un atentado y muchos muertos".

¿Qué hacer con este hombre? Ni los suyos lo saben. O estos menos que cualesquiera otros. Más que verso suelto del independentismo, parece un bufón enloquecido por sus propias chocarrerías. Todos empezamos a temer por su salud mental.

Porque resulta que la UE que iba a acoger con los brazos abiertos a la Cataluña segregada (el club que compra montante de PIB, no lealtad al proyecto común), muda de repente en bloque insensible a las demandas democráticas de los catalanes, pese a su conculcación por el maléfico Rajoy.

Hombre, Puchi, "ahora postres, mañana yogur" era solo un eslogan; no había que apropiárselo. Y menos cuando respiras a dos carrillos por la herida. ¿Qué pensabas, que recogiéndote en Bruselas ibas por fin a internacionalizar "el conflicto"?

Entre Puigdemont, en la capital belga, y Marta Rovira, en la del "procés", ha empezado a tenderse un puente con rápido trasiego de "fake news". Ahí, seguro, hay un germen de país. Él le canta las cuarenta al Reino, a sus espías, y hasta a la Hansa de estos tiempos, mientras ella, con la voz del tiple en la cobla de las sardanas, habla de los "muertos en la calle" que todos han evitado rilándose en público.

Si siguen así, harán bueno al jesuita de Estremera, que recogido en oración y examen de conciencia, sin darle la matraca al compi de celda, santifica los dones y calla sin otorgar.

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