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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La violencia

A partir de la opinión, personal, de que hay asuntos en los que la declaración de "Día Internacional" de lucha "contra", o "apoyo a", debería extenderse a los 365 del año -o 366 en bisiesto-, es probable el consenso en que uno de ellos es el de hoy, la denuncia y toma de medidas contra la violencia de género. Y no solo porque lejos de remitir, aumenta, sino porque con las cifras en la mano se extiende cada vez más y llega a sectores sociales en los que parece inaudita, sobre todo juveniles y en niveles de formación que hace casi inexplicable el fenómeno.

En este punto es pertinente explicar que se habla de "formación" antes que de "educación", términos que muchos creen semejantes pero que en realidad no lo son. El primero alude a lo profesional y a la enseñanza, mientras el segundo se refiere a la orientación de la conducta, la modulación de la conciencia y, siempre, la regulación de la convivencia a partir de la idea de igualdad. Y algo falla en la lucha contra esa lacra cuando las estadísticas demuestran que hay cada día más gente joven que dice "entenderla" cuando no disculparla.

Dicho eso conviene recordar, aparte de que la educación se forja en las familias y la formación se imparte en las escuelas -y que en ambas es clave actuar en igualdad desde el primer momento- que hay muchos elementos que convergen en actos de violencia. Y, también, otras actitudes que sin ser directamente generadores de ese mal, contribuyen indirectamente a fomentarlo por cuanto permiten a algunos suponer que la predicada igualdad, en la práctica, no es tal. Y lo peor es que aparecen como algo inocuo, "normal" y por tanto aceptable.

Sin la menor intención de incurrir en una generalización -que sería injusta-, pero también sin timidez a la hora de exponer el punto de vista de quien firma y de señalar factores que van en detrimento de la igualdad de la mujer -y hasta de su dignidad- es la abundante inaplicación del principio "a igual trabajo, igual salario", sin que patronal y sindicatos se esfuercen como debieran para evitar la discriminación. O la absurda adscripción de la mujer a las "tareas domésticas" como si fuesen propias de su sexo, o su aún reducida presencia en la dirección de instituciones, partidos políticos u órganos de dirección en múltiples actividades.

Es verdad que se ha avanzado, y no poco, en la corrección de esos factores, que debilitan la necesaria visualización femenina en igualdad con la masculina. Algo menos se ha hecho a favor de su dignidad, porque sigue abundando la publicidad, los concursos y hasta los programas en los media en los que se las presenta como objetos o difusoras de chismes y rumores sexistas. Y para remediar todo ello, que -y la insistencia no es en este caso innecesaria- debilita la figura de la mujer, la hacen más vulnerable y, por desgracia, sujeto de muy graves agresiones, hay que hacer más, y de forma más transversal, de lo que se hace. Porque aunque sea mejor que lo de antes, es aún insuficiente.

¿O no??

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