Vigo celebra este año un doble acontecimiento histórico para su área y para toda Galicia: el setenta aniversario de la creación de la Zona Franca, uno de los grandes motores de su economía. Y los 60 años de la firma del asentamiento de Citroën en la ciudad. Lo que empezó como un recinto exento de aranceles para impulsar el comercio exterior de la zona acabó convirtiéndose en un pilar esencial para el desarrollo de la industria gallega en general, y de la poderosa automoción viguesa, en particular. Setenta años han pasado desde aquel 3 de julio de 1947 en el que el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicaba la constitución de la entonces tercera zona franca del país -tras las de Barcelona y Cádiz-, pero el espíritu de firme aliada del comercio y la industria con el que nació sigue intacto a día de hoy, cuando, de nuevo, es más necesaria que nunca.

La apertura del Consorcio ayudó a transformar y modernizar la economía y la industria de Vigo, hasta entonces centradas en la pesca y la construcción naval, aunque sus comienzos, como todos, no fueron fáciles. Para empezar, su aprobación por parte del Estado vino precedida por una larga y ardua pugna con otros dos importantes puertos del norte de España, como Gijón y Bilbao, entonces con una industria mucho más desarrollada que la gallega. Pero Vigo, por su imparable crecimiento, las bondades naturales de su Ría (que con las Cíes ofrece un abrigo sin parangón en todo el Noroeste como se ha demostrado a lo largo de los siglos) y su "situación geográfica privilegiada como punto obligatorio de tránsito en el tráfico marítimo entre los países de ultramar y Europa", como recogía la orden del BOE, se impuso a estos duros rivales. Tras unos primeros años más bien discretos en lo que a captación de inversiones se refiere -en su primera década de funcionamiento la Zona Franca sufrió una lucha interna entre los partidarios de utilizarla como trampolín del comercio y quienes defendían su vocación industrial, lo que derivó en la pérdida de varios proyectos empresariales-, 1957 marcó un punto de inflexión para Vigo, el Consorcio y la economía de Galicia.

El recinto franco fue clave para que ese año Citroën Hispania se decantara por Vigo frente a Pamplona para la apertura de su primera factoría de coches en España, convertida hoy en día en la mayor industria del automóvil de España y cabecera motriz del gran polo ibérico de la automoción de PSA. Desde entonces, Zona Franca y Citroën Hispania (hoy PSA-Vigo) han caminado juntos en el desarrollo del sector de la mano de una ejemplar cooperación entre administraciones.

Fue el 28 de septiembre de 1957, cuando el entonces alcalde de Vigo y presidente de la Zona Franca, Tomás Pérez Lorente, y Pedro González-Bueno y Bocos, presidente de Citroën Hispania, firmaron las condiciones de funcionamiento de la empresa y las responsabilidades de ambas partes en el establecimiento y mantenimiento de la factoría, que arrancó su actividad a principios del año siguiente con el montaje de las primeras furgonetas AZU, derivadas del emblemático Citroën 2CV.

El desembarco de la multinacional gala forzó las primeras grandes inversiones de Zona Franca en la ciudad, primero en terrenos portuarios -donde se estableció una primera planta piloto- y meses después en el polígono de Balaídos, todavía hoy el principal parque empresarial del Consorcio en términos de riqueza y empleo. De su mano emergió una poderosa red de proveedores, que ahora producen y exportan además para otras marcas automovilísticas.

El Consorcio, más allá de Balaídos, continuó desarrollando polígonos empresariales para consolidar el tejido industrial y terciario de la comarca de Vigo: A Granxa en Porriño, el Parque Tecnológico y Logístico (PTL) de Valadares y más recientemente, Porto do Molle, en Nigrán. Participó activamente en el proyecto de ciudad Abrir Vigo al Mar y se volcó en dar apoyo a los emprendedores con la construcción de centros de negocio y viveros empresariales. Y más recientemente, con proyectos de aceleración de nuevos proyectos y start-ups, como los programas VíaGalicia y la Business Factory Auto, en la que colabora con el Grupo PSA, Ceaga (Clúster de Empresas de Automoción de Galicia) y la Xunta.

Fruto de esa simbiosis de Zona Franca y el Grupo PSA, y de la implicación de todas las administraciones, es el proyecto de transformación de Balaídos, que surge de la necesidad imperiosa de la factoría de prepararse para la cuarta revolución industrial -la industria 4.0- y de despejar el camino a la llegada de nuevos lanzamientos que aseguren su futuro a medio plazo. Los modelos adjudicados a la planta viguesa, la nueva generación de vehículos comerciales ligeros de PSA y Opel, las furgonetas K9, ya en montaje de pruebas, y del todocamino Peugeot V20, que se lanzará en 2020, vienen a confirmar la contrastada calidad de sus líneas de producción y la flexibilidad en todos los órdenes con que la planta ha sabido capear el temporal de la crisis.

La industria gallega de componentes ha hecho un importante esfuerzo en los últimos años, tanto en materia de flexibilidad como de inversiones y costes, para acompañar al constructor en sus ajustes. Que la planta de Balaídos sea la más competitiva de PSA se debe en gran parte a ello. En consecuencia, es lógico que ahora demanden un retorno a tal esfuerzo.

También el norte de Portugal, con un constante desembarco de nuevas plantas de proveedores, representa una ventaja indudable en la mejora de los costes, algo esencial para la pujanza del sector gallego del automóvil. Pero tal ventaja puede tornarse para Galicia en un problema, y muy serio, si la comunidad no lidera esas nuevas sinergias.

Paralelamente, Zona Franca es hoy un pilar de prosperidad de todo el territorio. Sus parques y viveros de empresas dan cobijo a más de 625 compañías con 20.500 trabajadores directos. Sus planes pasan por duplicar, en los próximos 3 años, las infraestructuras empresariales, con la ampliación del polígono de Balaídos, del PTL de Balaídos -donde está previsto que pueda implantarse IKEA-, y la Plataforma Logística de Salvaterra-As Neves (Plisan), cuyo desarrollo llevaba más de diez años empantanado con la consiguiente pérdida de asentamientos fabriles.

Con todo, queda todavía muchísimo camino por recorrer. No hay margen para la autocomplacencia. Que probablemente Galicia haya pasado ya lo peor, no garantiza para nada un futuro despejado. La competencia es tan brutal en todos los niveles, que nuestras empresas están condenadas, permítasenos la expresión, a ser las mejores. Ni el empate les vale. Este partido solo lo ganarán las más eficientes. Por su parte, las administraciones tienen la obligación de forjar las mejores condiciones para generar y consolidar la riqueza. Soltar lastre, acabar con tanta burocracia letal; ser ágiles y sensibles a las demandas de los actores económicos; ser aliados de los motores económicos y no frenos del crecimiento.

Corregir debilidades y aumentar las fortalezas. Y hacerlo de forma incesante, sin desmayo en todos los frentes. Esa es la única receta posible para sobrevivir a una economía tan globalizada. Para profundizar en ese debate, reflexionar sobre las necesidades pendientes para encarar con esperanza el futuro y poner cuanto antes las mejores ideas a caminar, FARO organiza el próximo martes unas jornadas con Zona Franca y la participación de PSA que pretenden servir a esos objetivos. Para debatir sobre las estrategias adecuadas, concretarlas, contribuir a que los actores implicados, públicos y privados, adopten las decisiones correctas para ponerlas en marcha. Para perseverar en el empeño de que las lleven adelante, sin titubeos ni bandazos en función de esta o aquella coyuntura política o económica. Porque de su éxito depende en gran medida el bienestar futuro de esta tierra.