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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

"¡Vae victis...!"

A estas alturas, y vista la cantidad de agua que ha pasado bajo el puente de la política, alguien debiera decirle al secretario xeral del PSdeG que la cuestión clave de su futuro, y aun el de su partido, no es que manden en las provincias los que mandaban y no los que él prefiere, sino los resultados que dentro de año y medio obtengan. Y que si en 2015 no fueron buenos, tampoco catastróficos: perdieron Alcaldías urbanas -Vigo aparte, claro-, pero el botín en Diputaciones y villas medias se puede considerar muy razonable, sobre todo ante las perspectivas.

La cosa, pues, va a depender -como siempre- de los votantes, y suele repetirse que estos perdonan poco las rencillas, reales o aparentes, internas en los partidos. En ese sentido, los comienzos de Caballero aplicando el "¡vae victis!" a quienes considera poco afectos a los resultados que lo llevaron a donde está no parecen en la mejor dirección. La proclamación de gestoras en A Coruña y Ourense -que no son casos iguales, pero sí significativos- puede agudizar heridas internas que estaban sin cicatrizar -algunas incluso empeorando- y acabar como el rosario de la aurora.

Es verdad que el poder pesa mucho, pero es preciso saber ejercerlo. Y el señor Caballero -don Gonzalo- ha dejado, en opinión de quien esto escribe, que se le viera el plumero en demasía. No "tocó" Pontevedra -acaso para no chocar de frente y sin remedio con su señor tío-, ni Lugo, que es un berenjenal, pero gobernable atando determinados cabos con acuerdos posibles, y ha entrado a saco en donde intuyó que había peligro. Lo de Ourense, además, en el mejor estilo que dice querer reformar: colocando a dedo a los árbitros que le convienen.

El resultado, por el momento, es la continuidad, cara al público -y a los votantes- de que el socialismo gallego sigue metido en un reñidero del que pocos saben cómo saldrá. La medida de la fuerza -y la continuidad- de la ejecutiva elegida en el último congreso la darán los resultados de las municipales y, vistos los precedentes en las ciudades, no permite demasiadas esperanzas, de nuevo con la excepción de Vigo, donde más que el PSOE gana el alcalde. Y no estorbaría que el secretario xeral recuerde que aquel aviso romano del "¡vae victis!" -"¡ay de los vencidos!"- es de ida y vuelta.

Por supuesto, los ganadores del último congreso gallego -y el de las primarias- están legitimados para tratar de llevar adelante -con su gente- los proyectos con los que concurrieron a las urnas internas. Pero -sin ánimo de aconsejar, que sería una impertinencia- debieran ser fieles a sus propias ideas y no empezar por olvidar la decisión de respetar la voluntad de los militantes -el santo grial del nuevo socialismo- en Ourense ni "conducir" a los coruñeses -a donde a él le conviene- dentro de menos de un mes. Las formas, que en democracia resultan especialmente importantes, deberían seguramente haber sido mejor cuidadas. Para que no se pueda dudar del fondo.

¿O no...?

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