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Suspenso en capital humano

En una economía donde el trabajo cada vez depende menos de la fuerza física gracias a la imparable tecnificación y robotización y donde, en consecuencia, el cerebro se erige en el principal motor del mundo laboral, el factor diferenciador a la hora de calibrar el éxito de una sociedad se encuentra en su capacidad para cultivar a su capital humano. De forma progresiva, la economía se ha orientado hacia la tecnología, el conocimiento, el diseño y la investigación, entre otros. No incidir en ellos es estar abocado al fracaso. Y esta ensimismada España no puede cacarear al respecto, pues ocupa una posición demasiado alejada en el escalafón sobre desarrollo de capital humano que acaba de presentar el Foro Económico Mundial. Los números son elocuentes. Una economía que está entre las veinte mayores del mundo ocupa en el citado escalafón el puesto 44 de un total de 130. Su puntuación es de 65, por debajo de esos 70 que el informe considera como grado de desarrollo alto. Está lejos de los 77 de Noruega y Finlandia, pero eso no es nuevo. Lo sorprendente es que se vea superada por países como Kazajistán, Tailandia, Rumanía, Rusia o Bulgaria. Así que "Houston, tenemos un problema". Y muy grave.

El estudio puntúa de cero a cien una serie de indicadores como la alfabetización, el grado de educación recibida, el paro, el subempleo, la formación en las empresas o la proporción de empleo cualificado. España logra buena nota en alfabetización y formación primaria y secundaria, pero suspende de forma palmaria en obtención de títulos de educación superior, en participación de la población en la fuerza laboral, en la tasa de paro y, singularmente, en el desempleo juvenil, que alcanza proporciones insoportables. También en la calidad del sistema educativo y en formación de las plantillas en las empresas. Por último, el informe coloca en una pésima posición a España por la baja proporción de jóvenes que se apuntan a la Formación Profesional o el escaso porcentaje de empleo cualificado.

Este breve resumen de carencias produce auténticos escalofríos y pone de relieve el enorme trabajo que tiene por delante el país para ponerse al día en cuanto a formación y productividad, dos de los factores básicos de la prosperidad. Lo más sorprendente es cómo estas cuestiones, básicas para el futuro de España (de cualquier país), están fuera de la agenda política, ahora centrada exclusivamente en el conflicto territorial. Y es que, como se ha dicho hasta la saciedad, la mejora de productividad que ha vivido la economía española como consecuencia de la crisis se ha producido fundamentalmente por la vía de los recortes en los salarios, las condiciones laborales y el volumen del empleo. La recuperación laboral se está basando en la precariedad. Y eso es un tiro en la sien, porque aboca a un empobrecimiento creciente e irreversible de la sociedad. Lo más tremendo es que pedir un imprescindible pacto de Estado es pura utopía.

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