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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El tiempo

Con las cifras en la mano, y el mayor de los respetos para quien opine lo contrario, está cada día más claro que todos en este país -y eso incluye tanto al gobierno como a la oposición, por supuesto- debieran percatarse ya de que ha pasado el tiempo de hablar de la creciente riqueza que parece crear este país y llegado el de pasar de una vez a plantearse cómo repartirla.Afirmación que nada tiene que ver con organizar largas colas de gallegos y gallegas para recoger un cheque al portador, sino de distribuir aquella riqueza como se necesita para hacer de éste un país más justo.

Lo que precede no significa en modo alguno solicitar la eliminación de las ayudas directas -como la RISGA, imprescindibles para la supervivencia de los más desfavorecidos mientras se reparte-, sino en distribuir lo que hay de forma que resuelva problemas graves y a la vez genere una dinámica positiva en el conjunto económico. Hay que dedicar más dinero a la educación, la sanidad o la conciliación familiar que permita a las mujeres aumentar su fuerza laboral, aplicar lo de que "a igual trabajo igual salario" y a los hombres a compartir las cargas domésticas. Aparte de lo dicho el otro día: pagar más.

En este punto no estorbará recoger varios datos que han aparecido en el mismo día. El primero indica que 75.000 gallegas dudan en tener hijos por su situación laboral; la segunda, que la mitad de los concellos registran uno o menos nacimientos al mes; la tercera, que la media salarial aquí está seiscientos euros por debajo de la estatal y, en fin -para no agotar el catálogo y desmoralizar al personal-, que en Galicia hay cada vez más dependientes, y además "low cost", o sea, escatimando no solo las pagas sino el calendario en que se entregan.

Y no se está hablando, conste, de ningún tipo de acciones más o menos revolucionarias, ni de subvertir el orden establecido. Solo de algo que hasta la propia Iglesia católica definió como "política social" bastante antes de que desde el Vaticano llegaran una serie de mensajes mitad tango y mitad milonga que tuvieron en sus primeros acordes una gran respuesta de público, pero a los que la realidad está descarnando cada día un poco más. Y no tanto, en opinión de quien lo escribe, por la complejidad de sus conceptos, sino por simplificarlos demasiado, hasta casi banalizarlos.

Así las cosas, y resumiéndolas, no se trata ni de negar la evidencia de que las perspectivas son en este antiguo Reino mucho mejores que las de hace tres años y ya ni se diga que en 2007: se debe intentar que esa mejoría llegue a todos,sino de forma igual, que quizá sería injusto, desde luego sí proporcional a la necesidad. Y el gran debate pendiente es precisamente cómo lograr ese objetivo; lo malo es que visto el nivel medio de los representantes, y la ausencia casi total de interés de quienes podrían aportar ideas aplicables desde, la necesaria justicia va para muy largo todavía. Y eso siendo optimistas.

¿No?

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