Se acerca el otoño y las golondrinas que llegaron a nuestra tierra en primavera se vuelven a marchar a tierras africanas en busca de un clima más caliente.

Cuando llega el otoño tenemos el peligro de volvernos nostálgicos y creemos que días pasados fueron mejores.

Es cierto que el tiempo influye en el carácter del individuo. Yo recuerdo hace bastantes años que pasé tres semanas del mes de julio en Londres y no vi el sol. Para un gallego de las Rías Baixas es demoledor.

En la ría tenemos uno de los mejores climas del mundo. Vivimos las cuatro estaciones que es fundamental para no estar ni helado ni aplanado.

Nuestra ría tiene un clima ideal, en verano difícilmente pasa de los 30 grados y en el invierno no suele bajar de 10 grados.

Yo estoy seguro de que el Todopoderoso a los que vivimos en esta ría nos va a exigir más por recibir tanto. Es una tierra en que podemos trabajar intensamente sin el rigor de la nieve o del sol abrasador.

Es una tierra propicia para pensar o filosofar, tenemos unas montañas verdes y un mar tranquilo. Aquí nos es más fácil darnos cuenta que la auténtica riqueza está dentro de nosotros.

La auténtica riqueza consiste en estar bien armado interiormente, lleno de principios y de hábitos que nos hacen más fuertes y más dispuestos a vencer ese yo perezoso y cómodo, que nos hace tan frágiles y sobre todo hace infelices a los que tenemos alrededor.

Las golondrinas se adaptan a lo que ellas necesitan, en primavera vienen en busca de insectos y comida para poder subsistir, y en otoño se van en busca del calor y de estanques donde pueden comer. Nos dan una gran lección, lo hacen con esfuerzo y con trabajo, recorren miles de kilómetros para estar en el sitio adecuado.

Nosotros no tenemos que tener miedo a que bastantes de nuestros jóvenes tengan como las golondrinas que buscar trabajo en otras altitudes, pero lo importante es que vuelvan.

Los que quedamos aquí tenemos una gran responsabilidad y debemos crear riqueza y puestos de trabajo para que estos jóvenes puedan volver.

Nuestra ría es un lugar ideal para vivir, pero tenemos que hacer como las golondrinas que cruzan miles de kilómetros, y se necesita esfuerzo y entrenamiento.

No podemos estar pasmando, admirando nuestras bellas rías.

Hay que hacer fructificar los talentos, la tierra y el mar que Dios nos dio.

*Miembro del Club 55