Nuestro inolvidable amigo nació en Seijo; no sabemos la fecha, era su misterio. Su nombre Manuel Outeda. Se reencarnó en un vaquero tejano "¡cuidado forastero! Sus parodias eran originales, llenas de un humor de aires de retranca y su fantasía. Normalizó el Inglés Yankee, lo dominaba a su antojo.

De pequeño lo veíamos vestido de vaquero, con sus sombreros tejanos, llamativos y envidia en aquellos años infantiles. Entraba en el Moderno, calentaba sus nudillos sobre la sufrida puerta, manaba su música, humor, shows. Nos entretenía.

En aquellos años se hablaba de sus heroicidades. Viajaba en el tren, de vapor, antiguo, lento y con su encanto de aventuras. Su ajustó el sombrero, cubrió la cara como un cuatrero, empuño un revolver de juguete, imitó disparos con sus cuerdas vocales. Todos los pasajeros al suelo y sus objetos encima del banco. Montaba el show y le dieron un garrotazo de aupa. Lo perdonaron. Nos comentaba años después sus dolores y el gran chichón en su pétrea cabezota.

Una lechera llevaba en su cabeza el cántaro lleno de leche, que tenía que distribuir en ciertas casas. Se puso detrás e imitó el sonido amenazador de un bus. La lechera se asustó y tiró el cántaro. Le salió cara la broma, pero entonces tenía fama y dinero.

Los tiempos de los años 50 del siglo pasado eran de sencillez; las personas buscaban el sustento trayendo leche de las aldeas, madera, carbón. Era trabajo penoso, duro y poco remunerado.

Así en mi niñez se agrandaba mi admiración en este gran hombre orquesta. Ausente, unos años de esta hermosa ciudad, al regreso tuve el honor de conocerle y compartir algunos ratos con él.

En algunas comidas de empresa le invitábamos y nos contaban sus andanzas, con ese humor socarrón de nuestra tierra. Hacía una parodia entre pistoleros, con su original inglés, plastificando un duelo al amanecer. Nos deleitaba con su música natural, ayudado por la sufridora puerta, sus cantos de esencia de cabaret.

En diciembre, el día de los Santos Inocentes, de 1993 celebrábamos una cena de compañerismo en el Club de Tenis Pontevedra. Lo invitamos al evento. Hubo que afinar una puerta a sus exigencias. Comenzó su actuación y recordamos tiempos de antaño.

"Estuve en Estados Unidos. Por delicadeza, me presenté en Casa Blanca. Me dio el alto, un pistolero disfrazado de gánster; buen traje, zapatos y un sombrero esperpéntico. Le dije: Dile a Buhs que John Balan quiere saludarle. Esperé fumando un puro de sabor oeste. Llega el matón y me increpa, "El presidente está ocupado". Le dije "El se lo pierde".

Uno de los comensales le preguntó sus experiencias en el misterioso barrio de la Moreira. Sonriendo, colocando su sombrero, se desbocó: "Fueron unos años muy entrañables; se respiraban un aire fresco de amistad, y alegría. Actuaba muchas horas, venían muchos. ¡Sí! Muchos hombres. Vosotros dos erais socios perpetuos, os daban crédito".

Las carcajadas llenaron el comedor. Las mujeres de ambos estaban de un cabreo de revote político. Nuestras bromas las contagiaron e indultaron a sus apenados maridos.

Mi amigo John terminó alegrando la vida a los mayores en el asilo. En el 2009 se fue a la otra vida con sus bártulos, llenos de anécdotas, historietas, de su amor a su terriña y a su personaje del Vaquero Marinense.