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Lo que hay que oír

Posverdadistas y adanistas

El avance de la posverdad en los medios de comunicación clásicos progresa adecuadamente. La posverdad viene a ser un "si a mí me parece que esto es así, esto es así", expelido por cualquier opinante sobre la materia objeto de discusión. El analfabeto (DRAE: "Ignorante, sin cultura, o profano en alguna disciplina") no se conforma ya con campar a sus anchas por las redes sociales sino que penetra decidido en los periódicos ?y no digamos en radios y televisiones? que antes eran garantía de veracidad. Las prisas, el no hilar fino, la lenidad o la complacencia de tantos responsables editoriales por abrazar el amarillismo o por ir al bulto favorecen el aluvión de posverdadistas que sumen al lector serio en el desánimo y en la antes impensable labor de separar paja de trigo. "Todas las opiniones valen lo mismo", dicen los insensatos de la posverdad. Yo, por mi parte y por ejemplo, siempre tendré en más el juicio y la valoración de un experto cirujano que las ocurrencias de un alumno de 3º de la ESO llegado de fiesta pastillera y alcohólica cuando se trate de operarme a corazón abierto.

A veces bastan un par de adjetivos para ver cómo asoma su cabecita la posverdad. En el diario nacional de mayor difusión, leo el 26 de agosto un reportaje de Tereixa Constenla, titulado "Clarita y sus 800 nazis", donde se anuncia la próxima aparición de "Los pacientes del doctor García" ?novela de Almudena Grandes? y se nos acerca a Clara Stauffer, quien "dirigió desde su piso madrileño una red clandestina, que ayudó a 800 criminales de guerra [nazis] a burlar la justicia internacional a partir de 1945". Bien está. Pero en el destacado de dicho trabajo se repasa la reciente trayectoria de la novelista y ahí la información deja de ser cierta. Se habla de "la saga literaria de Almudena Grandes" para referirse a las tres últimas ficciones de la autora. Que "Inés y la alegría", "El lector de Julio Verne" y "Las tres bodas de Manolita" constituyan una serie sobre ciertos conflictos de la Guerra del 36 y su posguerra no la convierten en saga, pues "saga" es el relato novelesco que abarca las vicisitudes de varias generaciones de una familia. Será una serie, será un ciclo, serán unos nuevos "episodios nacionales": pero no una saga. Unas líneas más abajo relucen los dos adjetivos posverdadistas: "En 'Inés y la alegría'? la novelista revivió un episodio apenas conocido y asombroso: la invasión del valle de Arán en 1944 para tumbar a Franco". Repito "apenas conocido" y "asombroso". De pronto, mi colega Constenla aparca los datos objetivos para arrancar con su opinión. Pero no dice la firmante que ella apenas conociese la invasión del valle de Arán y que, al saberla, le pareciese asombrosa, lo cual estaría muy bien, allá ella, es infinito lo que yo mismo desconozco, hay que leer más. No: eleva a categoría informativa su desconocimiento y su pasmo, lo cual es posverdad de la peor. A las pruebas voy. Tecleo en Google "invasión valle Arán" y me salen 169.000 resultados. Por lo tanto, "apenas conocida", lo que se dice "apenas conocida", no me parece que sea lo que mejor califique aquella invasión, la verdad. ¿Y qué es "asombroso"? Lo que produce gran admiración, sorpresa o extrañeza. De intentos tendentes a establecer un gobierno provisional en una parte de un país, provocar un levantamiento popular y conseguir que la ayuda de potencias amigas consolide el nuevo estatus, está la Historia llena. Solo admiran, sorprenden o extrañan a quien viva ayuno de lecturas históricas.

No: lo que uno piensa que es poco conocido o asombroso no tiene por qué ser necesariamente poco conocido o asombroso. Solo los adanistas creen que el mundo comenzó con ellos y que antes nada estaba escrito. ¿Son detalles estos sin importancia? Dice el dicho que pelo a pelo se quedó un hombre calvo. Posverdad a posverdad se queda la verdad calva, en manos del adanista manipulador de turno. Rigor, cuidadín.

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