A ver: no es que Coristanco -dicho con todo respeto- sea Madrid, ni siquiera Barcelona, y por tanto las cosas que en la villa suceden tengan alguna trascendencia nacional, al menos por ahora y, tocando madera, salvo que sea un accidente catastrófico. Y, aún así, a estas horas no son pocos los que se habrán quedado estupefactos ante el episodio político allí sucedido: una moción de censura ha llevado a su Alcaldía a un concejal socialista expulsado del PSOE por secundarla, a la vez que a los seis ediles del PP que la presentaron su partido les abrió expediente de sanción.

El pitorreo, dicho así por ser suave, demuestra unas cuantas cosas. La primera, que los políticos locales están contagiados de la misma enfermedad que los demás, y que, resumida, consiste en pasarse por el forro la voluntad de sus votantes. La segunda, que además carecen no ya de vergüenza, sino del mínimo pudor al seguir en el consistorio, solo que con los papeles cambiados, a pesar de las urnas. Tercero, que tienen más valor que Viriato al seguir paseándose por el pueblo, pese al riesgo de que los saquen a patadas en el culo. Lo que se merecerían, por cierto.

Podría escribirse un volumen amplio acerca de la desfachatez de uno y otros, pero conviene dejar sitio para hacer constar que tampoco los votantes de allí reúnen muchos méritos. Sobre todo por permitir que eso ocurra sin armar la marimorena, con o sin puntapiés. Y porque los jefes de los trapecistas censurantes dejarán pasar un tiempo antes de seguir contando con los servicios de sus "expulsados" porque la cercanía de las elecciones municipales se acelera, la necesidad obliga y, por desgracia, en este país la memoria es virtud que tampoco abunda.

Ítem más. El episodio de Coristanco demuestra la necesidad de una nueva Ley Electoral, u otra de Régimen Local, o ambas, que impidan este bandidaje político. Cierto que a pocos conviene -ni a los "nuevos" ni a los "viejos" partidos- porque todos chupan de ese bote, que incluye pactos rechinantes, cuando les conviene, pero es patético ver cómo unos y otros procuran cubrir algún trámite burocrático -el de los expedientes de expulsión, por ejemplo- y luego dejan que la vida siga. Porque todo ese rollo de la coherencia y la sinceridad no va con ellos.

Y no se debería olvidar otra cosa: si no cambian las leyes es porque no quieren, ya que oportunidades han sobrado. Rajoy, cuando tenía mayoría absoluta, lo anunció, pero no se atrevió. El PSOE dispuso de mil ocasiones, y ni flores, y ahora, su resucitado jefe solo insiste en la idiotez de hacer de España "una nación de naciones", a pesar de ignorar lo que significa, y a Iglesias le da igual. Porque si alguna vez llega al poder ya se encargará de limitar el poder de las urnas y ampliar el Gulag. Solo queda Rivera, pero de él no cabe esperar mucho.

¿Eh...?