Ricardo Solveira, hijo del artista, se despide y homenajea al genio creativo con una bella composición en la que ensalza la inmortalidad de su legado artístico y del recuerdo de tantas vivencias compartidas.

Solveira, en su piso taller de Urzáiz, en Vigo, rodeado de obras. // Ricardo Grobas

"Queda la obra.Pero también los recuerdosde quien tuvimos el privilegiode ser sus amigos.Queda la tertulia,la charla amistosa,los proyectos consumados,o aún por realizar.Queda la obra.La que no queremosque caiga en el olvido.Como nunca quedará en el olvido, la experiencia de su encuentro."