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Ceferino de Blas.

¿Y si Julio César estuvo en Cíes?

Si Julio César hubiera escrito otra "Guerra de las Galias" de su campaña en España se habrían despejado muchos interrogantes que aún traen a mal traer a los historiadores.

Pero un texto de las guerras hispanas, como el que estudiaron tantas generaciones para aprender latín, habría acabado con la leyenda y la seducción de la imaginación. Ya que nunca se podría plantear el interrogante de si Julio César, el gran hacedor de la Roma que dominó el mundo, estuvo en Cíes.

Los historiadores más cualificados opinan que no, pero nadie podrá eliminar la posibilidad, como afirman otros, tan sabios como don José de Santiago y Gómez, que escribió su espléndida Historia de Vigo allá por 1896. Afirma, basándose en textos clásicos, que César estuvo allí persiguiendo a la tribu lusitana de los herminios, a los que cercó y rindió. También es quien mejor describe las Cíes.

¿Y qué ocurriría si estuvo en las Cíes? Su estancia añade un atractivo cultural al encanto natural de las islas, ya que sería el personaje histórico más importante que habría visitado el archipiélago.

Además refrenda la esencia de las Cíes como lugar de embrujo y refugio. César habría llegado a Erizana (Baiona) persiguiendo a los indómitos herminios, que se instalaron en las islas porque las consideraban un paraje inexpugnable.

Pero no fue así, ya que el guerrero romano los persiguió y derrotó.

Nadie más relevante pisó las islas, aunque fueron muchos los personajes que las avistaron en su tránsito por la ría.

Muy cerca anclaron personalidades históricas como el Kaiser alemán, Guillermo II, y el joven rey Alfonso XIII con su madre, en el encuentro que mantuvieron en aguas viguesas en 1904, que constituyó un acontecimiento.

Ninguno sintió la curiosidad de visitar las islas. En aquellos tiempos, el turismo, y menos el de naturaleza, no formaba parte de los hábitos de los mandatarios. Lo consideraban gustos de artistas y poetas.

Tendrían que pasar muchos años para la generalización del turismo, más aún para la masificación, y la derivación del interés de los turistas por el paisaje y los monumentos. El turismo cultural.

Aunque suponga un escándalo lo que acaba de suceder con el comportamiento de las navieras, que transportaron a Cíes a miles de visitantes sobre los previstos, el turismo de naturaleza y monumentos sigue siendo minoritario.

La causa del problema es que los visitantes llegan en periodos muy cortos y al mismo tiempo, porque lamentablemente es estacional y no se reparte a lo largo del año. Quedan muchos meses vacíos, que también resultan imprescindibles para regenerar las islas.

Aunque es impensable, muchos soñarían reencontrarse en la situación de Pedro Díaz, autor de "La caracola de piedra", la mejor guía literaria que existe para recorrer el casco vello de Vigo, cuando escribió "qué hermosa soledad la de mi isla". O participar en el recorrido con que agasajó José María Castroviejo a los poetas que participaban en el Congreso Internacional, celebrado en Galicia en 1954. Llevó a Cíes a personajes como Luís Rosales, Gabriel Celaya, López Anglada, Narciso Yepes, que sin ser lírico también concurrió, o García Nieto. Y de los gallegos, Iglesia Alvariño, González Garcés, Pura Vázquez o el irlandés Walker Starkie. Algún día habrá que exhumar sus opiniones de las Cíes.

O cuando Castroviejo y Cunqueiro hicieron noche allí, en 1958, y el mindoniense relata cómo ve acercarse a la luz del alba peces plateados a la orilla, aunque tratándose de Cunqueiro, y su magia narrativa, no se discierne qué hay de realidad y de leyenda. Ocurre como en el ejemplo de Julio César y los herminios.

Resulta inexcusable preservar las Cíes, por el entorno natural y por seguridad de las propias islas y de quienes las visitan. Aunque sean episodios aislados, los siniestros suceden. El 22 de julio de 1963 hubo un incendio con visitantes, y coincidió que uno de los barcos de pasaje, el "María Luisa", encalló. Afortunadamente en ambos casos sin desgracias personales.

Es evidente que Cíes es para Vigo y las poblaciones de la ría lo que la catedral de Santiago para Compostela: un imán turístico de primer orden. Habrá que permitir que en los periodos álgidos las visiten los más posibles, pero por respeto a ellos mismos en las condiciones que puedan disfrutarlas.

Son impensables situaciones idílicas como las que vivieron los poetas de los años cincuenta cuando acudieron a Cíes, pero deben preservarse como el lugar con el que sueñan los que se ilusionan por ir a visitarlo. No puede desaparecer la sorpresa de la primera vez.

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