Hace seis años, un 27 de agosto, se inauguró la Estación de Pasajeros Vigo-Guixar. Provisional en el ramal de servicio al Puerto, con corrección y modestia, logró la simpatía de los usuarios. Ahora bien, hay otra cosa, ese día la ciudad recibió un envite solemne: reinventar los kilómetros de vías que quedaban en desuso (definitivo tras el doble túnel del AVE) sobre el histórico trazado principal. Constituye un misterio, pero de tan urgente y hermosa tarea nada se hizo. ¿Tiene la ciudad algo en mente?

En aquel 1881, para entrar en Vigo, el tren optó por el pasillo natural. El camino de hierro se abrió paso a través una toponimia que habla de "camino real", una traza ajustada a la topografía, cómoda y por añadidura con vistas relucientes sobre el mar. En sí mismo el corredor geográfico es conmovedor, pero con la vía férrea el territorio se rajó drásticamente en dos. Dos mitades obligadas a convivir entre rejas y empalizadas, simiente de degradación y marginalidad. Ahora, ya nada debería estar como esta, sin suturar el roto.

Uno de los puntos fuertes del trazado ferroviario es la antesala de las estaciones, el ensanchamiento (la disonancia) del enorme parque de vías muertas que entonces precisaba el servicio de la línea. En Vigo, ese espacio quedó disponible justo a partir de la boca del doble túnel conformando en Canadelo un espléndido anfiteatro orientado hacia la ría. Luego, a partir de ahí, la traza se disciplina sobre la pureza formal de la triple arcada de sillería granítica de la rúa San Lorenzo.

Sigue la traza entre líneas viarias, entre la compleja madeja arterial de accesos Este a la ciudad. Contemplada de cerca, se desliza entre bloques de viviendas enjaulados (rúa Mestre Chané), tronza huertas y caminos (Camino da vía), pasa casi debajo de la tierra o bien sale a superficie, cruza de un lado a otro sobre la AP-9, y sin dar vueltas, consciente de su planeidad, finalmente hace tangencia con la Avda. de Galicia a la altura del parque de A Riouxa.

Así, dos anfiteatros, Canadelo y A Riouxa, revelan un sólido argumento. Dos cabeceras para un parque lineal en toda regla, columna vertebral que cobije ir en bicicleta al campus de la ETEA, entrelace caminos, Senda da Auga o A Madroa, descubriendo del lugar sensibilidad y capacidades. Lancelot Brown en la jardinería descubrió el paisajismo. Teis evoca el mérito del paisaje social y el programa de regeneración de las márgenes urbanas. Reconstruir la dignidad de entrar en Vigo.

Dado que de aquí el tren ya se batió en retirada y nada se innova, de rebote, asalta una duda corrosiva: ¿con qué credenciales se va a timbrar la solicitud de retirar el status de autopista a la entrada de la AP-9 en Vigo? ¿Cómo reconvertir un tramo urbano de autopista, si en seis años no se anticipó el tramo urbano de las vías del tren asilvestradas? Ambas se entrelazan y mordisquean, física y conceptualmente, pertenecen al mismo dibujo y detalle constructivo de ciudad. ¿Pertenecerán a la misma suerte?

Entre tanto, al menos, plantemos árboles. A ambos márgenes de la vía abandonada sobre la que crece la maleza, colocados adrede, quizá en una retícula conmensurable de unos 7x7 metros. De improviso, acude de nuevo en ayuda la toponimia: la rúa Robleda que acompaña la traza. Quercus rubra, tilos? que en tan solo quince años adquieren corporeidad, esplendor y frescura. En efecto, sin apenas esfuerzo, el simple árbol empieza a imaginar cosas.

La ciudad lleva años tropezando en la misma piedra (no pequeña), ignora una regla elemental de estrategia urbana: al hacer mudanza asignar uso al desuso. El caso del nuevo Hospital de Beade y el caso de la nueva Estación de Guixar no distan mucho entre sí. Lo que debería ser irresistible se resiste: dar emocionada vida urbana a las vías muertas del tren. Van allá seis años perdidos, de olvido, pero aún así, gravada en el silencio, la llamada a la acción sigue y sigue. Intacta.

*Arquitecto