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De vuelta y media

La Boite del Universo

Aquel coqueto local que regentó Jaime Trigo rompió muchos hábitos sociales en una Pontevedra mojigata durante los años 60

Sin duda La Boite imprimió carácter propio al Hotel Universo y también removió algunas costumbres y no pocos hábitos, hasta entonces imperturbables en una Pontevedra mojigata y provinciana.

Rafael Landín contó que en cierta ocasión provocó el desasosiego de su buen amigo Vicente Riestra, hombre muy puritano, ante su entusiasmo descriptivo por La Boite que acababa de conocer.

"¿Y no crees que eso va a fomentar la frivolidad?, preguntó Riestra". Y Landín respondió con sorna: "Mucho mejor, Vicente: va a fomentar el pecado".

La anécdota retrata aquella ciudadanía bien pensante que se santiguaba no una, sino varias veces, en cuanto oía hablar de aquel ambiente tan festivo y sugerente que caracterizó a La Boite. Landín dio en el clavo sin pretenderlo con su cariñosa maldad.

Aquel local que empezó a regentar Rafael Trigo, a quien reemplazó enseguida su hermano Jaime, causó en definitiva una notable revolución social. El gusto por el whisky, por ejemplo, se inició allí; hasta entonces predominaba la copa de coñac. Sin aquella sala de fiestas a pequeña escala, que Rafael Alonso diseñó con primor, el Universo promovido por la familia Trigo Menlle nunca habría sido el hotel que marcó una época en esta ciudad.

La mano del artista impregnó con su sello personal hasta el último rincón de aquel coqueto local, desde el gran mural con todos los signos del zodíaco a lo largo de su pared más larga, hasta la escultura de escayola en el centro del techo sobre la pista de baile, en forma de guitarra cubista integrada por otros instrumentos musicales. La tenue iluminación impidió casi siempre su disfrute visual y luego la piqueta se llevó por delante la obra completa.

Las boites fueron en los años 50 y 60 las antecesoras de las discotecas y los pubs de los años 70 y 80, y se hicieron un nombre propio entre los nigth clubs, las salas de fiestas y los cabarets. Su cachet era mayor.

La Boite se presentó ante el público pontevedrés en sesiones de tarde y noche con las orquestas de Carlos Rocha y Mario Ruíz, que simultaneaban sus pases junto con la atractiva cantante italiana Lidia Lotti. Todos juntos en un mismo programa; lo nunca visto y oído en esta ciudad

La contratación de Carlos Rocha, habitual del Casino de Estoril, supuso un enorme acierto del Universo. La pequeña orquesta liderada por el buen músico portugués introdujo en Pontevedra la bossa nova, un baile que causó furor.

Igualmente desde el país vecino llegó el cantante y pianista Segundo Galarza, nacido en San Sebastián, pero formado como artista en Portugal donde gozó de un gran cartel. A su lado también empezaron a hacerse un nombre Los Blues, un quinteto local que se adaptó muy bien al estilo de La Boite que impusieron Rafael y Jaime Trigo.

Toda una revelación fue su vocalista Ricardito Rey, popular mancebo de la farmacia de Avelino Montenegro, que pronto se olvidó de despachar medicamentos y de trajinar con pócimas. La canción italiana era su fuerte, de "Sapore di sale" a "Piccolísima serenata", pasando por "Marusela".

Muchos y buenos artistas triunfaron en aquel acogedor local e hicieron las delicias de nuestros padres y abuelos. Los Dos Españoles, Los Chicos de España, Armando Fernández de Córdoba, Teddy Martino, Magali Vicent, "la voz cálida de París", Gema "la voz más suave de España"?

Un año tras otro, magníficos e inolvidables resultaron sus cenas y bailes de Carnaval, Fin de Año y Reyes, que colgaron el cartel de completos. Gente bien llegada de toda Galicia -sobre todo de Vigo- y el norte de Portugal contribuyeron a propagar la leyenda del Universo y su Boite.

La Boite no tuvo competencia en su ámbito, hasta que la música pop española comenzó a sonar con fuerza a finales de los años 60, con las fans y los ye-yés como punta de lanza de un tiempo nuevo. Entonces no permaneció indiferente y su director Jaime Trigo abrió el local a aquel público más joven. El salto de muchos adolescentes desde las escaleras de la Diputación en las verbenas de la Peregrina, hasta los taburetes de La Boite no fue peccata minuta, sino un acontecimiento para vivirlo.

A partir de 1968 La Boite también se convirtió en discoteca a tiempo parcial, los sábados y domingos por la tarde. Chicas y chicos adolescentes se agolpaban en las escaleras de acceso para entrar los primeros y coger los mejores sitios en "la sala más "in", según rezaba su nueva publicidad.

Por La Boite pasaron los mejores grupos pontevedreses de la nueva ola, desde los Drakars hasta los Royal Juvents Group, pasando por Los Zuecos, sin duda el gran conjunto vigués por aquel entonces.

Cuando se inauguró Daniel Boom en 1970, La Boite multiplicó su oferta y creó los "martes camp", los "jueves locos" y los "sábados musicales", que alternó con sesiones de "whisky a go-go" o "champagne a go-go". Por otro lado ofreció cenas los sábados por la noche a precio cerrado de 110 pesetas por persona, con actuaciones animadas por Los Ponters, Los Linces, Los Kinfers, Los Pontis, Los Lados, Los Verdugos, Los Españoles, Los Gallegos, Los Supremos y un largo etcétera. Algunas pandillas de matrimonios jóvenes disfrutaron no poco de aquellas veladas.

El Universo estrenó en octubre de aquel mismo año La Otra Cara de la Luna, un anexo a La Boite que ocupó una parte de su antiguo parque. De esa forma, el hotel pasó a disponer de "dos ambientes diferentes": uno para jóvenes en edad de merecer y otro para pelar la pava con discreción algunos ligues desinhibidos o noviazgos consolidados. Unas cápsulas transparentes capaces de transportar hasta el séptimo cielo a sus ocupantes más fogosos, proporcionaban mucha intimidad. ?.Ahí lo dejamos.

Sin embargo, La Otra Cara de la Luna nunca tocó el cielo y su aceptación en general no pasó de discreta. Una nueva época marcada en Pontevedra por la irrupción de discotecas y clubs, desde Los Escudos hasta Charada, o desde Atlántida a Gólope, precipitó un cierto declive de La Boite a medida que los años 70 impusieron otros gustos diferentes.

Finalmente el boom de la construcción terminó por engullir al Universo y La Boite cuando no habían cumplido los treinta años. Un grupo mejicano pagó por el hotel 80 millones de pesetas en 1977 a los hermanos Rafael y Jaime para levantar en su amplio solar un edificio de nueva construcción, cuya parte baja ocupa actualmente Zara.

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