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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El abismo

Conste que el asunto de las pensiones en Galicia, del que ha dado cuenta este periódico, y el abismo que las separa de la media estatal, no puede constituir una sorpresa para nadie. Y menos para la Xunta y el Gobierno central, porque la realidad les fastidia bastante la fiesta de que España encabece el ránking europeo de crecimiento una vez superada la crisis y este antiguo Reino en cifras del 2004.Porque esa realidad significa que aunque la tesis sea correcta en lo macro, deja de serla en la micro o, la de la gente del común, la "economía doméstica". Que es la vida misma.

Y no es una sorpresa porque esa estadística, que dice que a este paso los/as pensionistas gallegos tardarán otra vida en llegar a los ingresos medios del resto de los españoles, es horizonte en el cual todos los actuales y gran parte de los que se vayan incorporando ahora estarán muertos. Y eso si las otras comunidades frenan y Galicia acelera, lo cual, francamente, no parece hoy demasiado probable. Ni siquierta en la difícil hipótesis de que las preces al Apóstol y las ofrendas a los poderes celestiales hicieran efecto y se diera un milagro.

Claro que esa noticia, que sitúa por cierto a este antiguo Reino, junto a Extremadura, en la cola de las diecisiete autonomías españolas en lo que a las pensiones se refiere, significa -y ratifica- a su vez que la media salarial aquí, de la que sale la cuantía de aquellas, es igualmente lamentable, en términos absolutos y relativos, como lo es la duración de sus empleos y otros detalles laborales que quizá no sea necesario citar. Y que colocan a Galicia acaso per in saecula saeculorum y digan los expertos lo que quieran, entre las regiones más pobres de la UE.

(Por cierto que, ya puestos, no estaría de más insistir en un punto que, cuando se oye hablar a los encargados de Economía, parece olvidarse: las pensiones no son una dádiva producto de la generosidad del Estado del bienestar, sino resultado del esfuerzo de los que se pasaron al menos 35 años trabajando y cotizando, aportando para que otros de generaciones anteriores, que hicieron lo mismo, reciban aquello a lo que tienen derecho. Lo que no quiere decir que no constituyan un hiperproblema, pero imputable no a los que las perciben, sino a los que no quisieron o no supieron buscarle una solución.)

Va siendo hora, pues, de que la muy extensa nómina de políticos -por cierto, entre los cuales no escasean los que tienen, adscritas a su cargo, pensiones vitalicias y compatibles con otras actividades que a la ordinary people no se le permiten- que al menos tengan el pudor de renunciar a esos privilegios. Siquiera por lo que queda dicho: no haber sabido o podido resolver la cuestión del abismo entre la inmensa mayoría de los ciudadanos, y sus canonjías por los cargos que ocupan y, por supuesto, que no las mantengan a costa del sacrificio de quienes les votaron.

¿Eh?

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