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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

El guion de los atentados

Es inevitable seguir hablando de los trágicos sucesos de Cataluña, de sus antecedentes, preparación, consecuencias y complicidades, incluso internacionales. Los seis supuestos autores materiales fueron abatidos (quiero decir muertos a tiros por la policía) y al imán que al parecer les lavó el cerebro para animarles a atentar se le ha dado por muerto en el derrumbe de la vivienda donde almacenaban los explosivos. Según fuentes de la policía autonómica, de lo que fue el cuerpo de ese hombre solo se han encontrado entre los escombros una de las dos orejas como material válido para los forenses. Y tan solo quedan vivas a disposición de la Audiencia Nacional otras cuatro personas como aparentes cómplices de los fallecidos. La investigación judicial y policial va para largo pero la expeditiva acción de las fuerzas de orden público ha servido, al menos, para proporcionar a la ciudadanía la seguridad de que un nuevo atentado de estas características no volverá a producirse de forma inmediata. Una confianza, por otra parte, muy necesaria en un país donde los ingresos por turismo son una de las fuentes principales de la economía nacional. Por lo demás, el guión de los atentados terroristas no difiere mucho de los que ya hemos conocido en otras capitales europeas. Es decir, jóvenes de ascendencia musulmana, criados y educados en la manera de vivir occidental, se radicalizan de forma insospechada (incluso por internet) y forman un comando para atentar contra una multitud indefensa que pasea por una calle muy concurrida, descansa en la terraza de un café, o se divierte en una discoteca. El arma del ataque unas veces es un camión o una furgoneta lanzados a toda velocidad, otras un fusil de asalto Kalashnikov y como tercera opción, si no hay medios económicos, un modesto cuchillo de cocina. En todos los casos, la reacción de la policía es fulminante, y al poco de cometida la fechoría los atacantes son abatidos, es decir acribillados a balazos. Desconozco, no soy un experto en la materia, si las distintas policías no tienen la opción (quizás por su propia seguridad) de capturar con vida a los criminales, pero sería bueno que pudieran comparecer ante un juez para explicar los motivos que le llevaron a cometer esa acción, quien les dio la orden para hacerlo y de qué otras complicidades disponen dentro o fuera del país. Aparte, claro está, de ser sometidos a diagnóstico psiquiátrico para determinar cómo se dio el paso, hasta ahora inexplicable, de joven educado y hasta escasamente religioso a asesino de ciudadanos inocentes. El último de los terroristas abatidos, según la propia policía autonómica, no llevaba otras armas que un cuchillo y una navaja y un cinturón con falsas cargas explosivas. Unas falsas cargas explosivas que, nos explican, les sirven para provocar la acción policial y morir como mártires. En fin, todo esto es horrible y me temo que lo padeceremos durante bastante tiempo. Mientras tanto, continúa el enredo político entre los partidos soberanistas a propósito del protocolo a seguir en las manifestaciones de repulsa por los atentados. La CUP rechaza la presencia del Rey por sus vínculos con la monarquía saudita a la que acusa de financiar al Estado Islámico y la alcaldesa de Barcelona, más hábil, propone que en la cabecera figuren otros estamentos ciudadanos.

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