En el trasfondo de "Verano de 1993", la película que la Academia ha preseleccionado para acudir a los Óscar en representación del cine español, late uno de los graves problemas que aquejaba a la juventud de aquella época. las drogas y el sida que truncaron tantas vidas. Y en un rincón oculto está Vigo, aunque no aparece en la película.

Vigo, lamentablemente, por ser una ciudad moderna -la movida, un estilo de vida, la inconsistencia de una generación-, fue una de las ciudades españolas más castigadas por aquella terrible lacra.

¿Quién no conoce familias en las que un hijo, un pariente, o alguno de sus amigos hayan sufrido aquella tremenda pandemia de la que subsisten secuelas, y en el peor de los casos se haya pagado con la vida?

Son historias personales que, como las de la guerra civil, se mantienen ocultas y solo emergen en determinadas circunstancias, porque son dolorosas y oprobiosas.

"Verano del 93" es un acto voluntario de sacar a la luz una de aquellas tragedias, aunque tratada con tanta delicadeza y tan bien relatada que quienes no profundicen en el argumento no se enterarán de su trasfondo.

Narra la historia de una niña, a quien se han muerto los padres, y que ha sido recogida por la familia materna, sus abuelos y tíos, en una ciudad catalana. Su madre, antes de desaparecer, ha dejado la encomienda por escrito de que la niña debe ser entregada a la tutela de un hermano y su pareja, que tienen un niña más pequeña, y viven en un pueblo de la Cataluña rural.

El relato se centra en la dificultad de la niña para integrarse con sus tíos, que demuestran una gran humanidad y comprensión, aunque a veces se ven desbordados. La niña, por ser hija única, acostumbrado al trato de sus abuelos y otras tías que conviven con estos, se siente preterida por la presencia de la hija más pequeña del matrimonio.

Son vivencias que retrotraen a la guionista a una experiencia muy sentida de su infancia, y que recrea de forma muy creíble. Por cierto, la interpretación de los niñas, en especial la más pequeña, es prodigiosa, y merecedora de todos los premios, como posiblemente se verá en los Goya, que todavía no han sido nominados.

El papel de las crías debería bastar para que "verano del 93" sea elegida para acudir a los Óscars, pese a que otra de las tres nominadas es la que protagoniza Luis Tosar: "Los últimos de Filipinas". Por interpretación, por el argumento, y ser uno de los episodios históricos que marcan el biotipo hispano, hasta ahora imperante, será una difícil competidora, y sin duda también acreedora a galardones.

Pero volvamos a "Verano del 93", que pasó por los Cines Norte, de Vigo, con aceptable acogida, y opiniones encomiásticas del público, aunque no haya tenido el apoyo de la publicidad con que la ha aureolado esta selección.

Es previsible que, a partir de ahora, los potenciales espectadores de este tipo de películas intimistas, con guiones que hacen pensar, y con un desarrollo muy actual, la tendrán en cuenta y anotarán en la agenda para verla, cuando vuelvan a reponerla.

La historia de la película es la biografía infantil de la directora, Carla Simón, que vuelve sobre su niñez para recrear un guión magnífico, que merece llegar a Hollywood y competir con los mejores títulos de habla no inglesa.

Si en "Los últimos de Filipinas" es explícita la presencia de un gallego, Luís Tosar, el viguismo de "Verano del 93" es subyacente. El padre de la protagonista, es decir, de la directora, llevaba el apellido de una conocida familia viguesa. En Vigo estuvieron los padres de Carla Simón durante un periodo de su joven vida. Aún viven personas que los conocieron.

Las cartas que se cruzaron cuando estaban separados, y sirvieron de documentación a la directora para recrear el argumento, llevan remite de tres lugares: Marruecos, Barcelona y Vigo.

No se pierdan la película cuando la repongan. Merece la pena, y se asombrarán por la fantástica interpretación de las niñas. Es de esas historias que resulta inevitable comentar cuando se sale del cine. Y se sale bien.