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Joaquín Rábago.

Barcelona, ciudad abierta

Todo lo que la capital catalana tiene y debe conservar

Barcelona, ciudad abierta. Abierta al mundo, solidaria y sin miedo, como la hemos vivido estos días millones de personas desde fuera. Barcelona, capaz de reponerse tan pronto a la tragedia, como reflejaron con una mezcla de admiración y asombro las televisiones de todo el mundo que acudieron al día siguiente a ver el ambiente de la Rambla.

Barcelona, la ciudad abierta al mar, privilegiada situación que tanto envidiamos quienes nacimos tan lejos de la costa y con sólo un humilde y canalizado Manzanares para consolarnos. Barcelona, la ciudad de Gaudí, de Ramón Casas, de Joaquim Mir, de Picasso y tantos otros de aquella bohemia extraordinaria de fin y comienzos de siglo.

Barcelona, ciudad cosmopolita y literaria por excelencia: la de Eduardo Mendoza, de Juan Marsé, de Vázquez Montalbán, de García Márquez, de Donoso, Carlos Fuentes y todo el boom latinoamericano.

Una ciudad en la que, como destacan los medios extranjeros, las diferentes culturas conviven en lugar de estar separadas como ocurre, por ejemplo, en París, la capital europea a la que tal vez más se asemeja la catalana.

El laberinto de ese corazón de la ciudad que es el Barrio Gótico es hoy una mezcla de zoco oriental, paseo mediterráneo y zona de gentrificación creciente: ese mal que desplaza de sus barrios a los vecinos de toda la vida en beneficio sólo de la especulación urbanística y del turismo desaforado. ¡Ojalá que se mantenga ese espíritu republicano de solidaridad y apertura demostrado a raíz de la tragedia y termine triunfando finalmente sobre la patriotería y el chovinismo que distinguen siempre a los mediocres!

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