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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El atentado

A partir de una idea común -la de que el atentado de Barcelona es otra muestra más de barbarie, y, por tanto, condenable y condenado por cualquier persona- no queda otro remedio que añadir unas cuantas cosas al introito. La primera, que analizados los precedentes en otros casos, hay repulsas y repulsas. La segunda, que el terrorismo yihadista, que parece ostentar la autoría de la masacre de la ciudad condal, como ya perpetró la de Madrid el 11/M -con más "éxito" por el número de víctimas entre muertos y heridos- se alimenta del miedo y de la "comprensión" que muestran algunos comparando hechos incomparables.

Caben más. La tercera, que en Galicia, por ejemplo, no pueden leerse del mismo modo las reacciones de quienes siempre han estado globalmente contra ese tipo de inhumanidad con las de los que permanentemente emplean el adversativo de forma que limitan su rechazo a un atentado indiscriminado en cualquier país en base a los muertos civiles habidos en un frente de guerra, por más que se diga que ahora los conflictos no tienen frontera ni excusas. Por tal actitud, lo que existe -en opinión de quien escribe- es un deseo obsceno de equidistancia, y en este antiguo Reino, por desgracia, hay de eso.

(El problema de las opiniones consiste en que el tiempo en que se vive ha diluido tanto los valores universales que no solo no se aplican casi nunca, sino que ciertos sectores que actúan como propietarios de "la verdad" consideran que el intento de devolverles su valor es "reaccionario". Y también en Galicia existe de eso, que con las agravantes de premeditación y alevosía, se pone en funcionamiento no por discrepancias éticas, sino por conveniencias, generalmente políticas, pero no siempre: en momentos concretos, por motivos de simple inmoralidad; en su sentido social, conste para evitar otras interpretaciones.)

Es por eso por lo que, cuando desde Galicia todos manifiestan su dolor y solidaridad con las víctimas de Cataluña, parece oportuno también que, tras unirse a esos sentimientos, se necesite recordar que algunos de los mensajes "pecan", al menos, de cierto oportunismo en la medida en que prescinde de los adversativos utilizados en otras ocasiones y, sobre todo, olvida muy recientes manifestaciones públicas en las que se pretendía calificar a determinados muertos y a los represaliados como algo "natural", insinuando que en definitiva "se lo merecían".

A quien esto escribe todo eso le parece indecente. Entre otras razones porque no hace mucho se ha vivido en toda España durante casi medio siglo algo parecido a eso, algo en el que hasta los curas se oponían a los funerales públicos por unos muertos y oficiaban con solemnidad los de otros, por cierto, sin reacción aparente de algún Papa, cardenal u obispo, que eran su jerarquía. Y ese recuerdo vuelve ahora, en otra circunstancia, pero también con cadáveres en las calles, y nadie con conciencia limpia puede olvidar cómo se portaron algunos y cómo fueron sus condenas.

¿No...?

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