Lector despistado será el que piense que, por el título, voy a recordar al salvaje que redactó -insisto en el verbo, "redactar"- el informe para el ayuntamiento de Sabadell, por el cual se calificó a don Antonio Machado como "anticatalanista y españolista." La noticia me ha amargado un poco la semana, no por la pretendida ofensa a Machado, que no necesita defensa, sino por la imagen que proyecta hacia el "conjunto de España" (expresión made in Jordi Pujol) de los catalanes. He aprendido mucho con ellos y de ellos, y espero seguir haciéndolo, no sé si en el mismo estado administrativo: ojalá que fuera en ningún estado, ni catalán, ni español, ni europeo.

Por eso afirmo con rotundidad que los catalanes podrán ser muchas cosas, como todos los demás, pero lo que no han sido nunca es ignorantes. Partiendo de que una generalización es siempre absurda, "los catalanes", el que escribió el informe debía ser oriundo de la isla de Córcega, y que no se ofendan los corsos, es solo por apartarlo un poco de Cataluña, del "conjunto de España" pero manteniéndolo en el mediterráneo, cuna de todos los bienes, y de todos los males, de Occidente. La peculiaridad de lo que está pasando con el llamado problema catalán, el encaje, de bolillos, la plurinacionalidad (Madrid, La Rioja, Murcia, Extremadura, Cantabria? ¿naciones? ¿cuál es el criterio, quién lo fija?) los seguratas del Prat y de otros aeropuertos, ha provocado que la perplejidad inicial haya dejado paso al aburrimiento, al pesado hastío. Así me lo cuentan desde Barcelona, desde Cadaqués, desde Arenys de Mar y de Munt, desde Malgrat de Mar y desde Begur. No dicen lo mismo en Vic, en Olot o en Balaguer, claro. Sería imposible que la montaña se acercara al mar, mentalidades romas y mentalidades olas, difícil convivencia.

Quizás habría que haber empezado por ahí, por romper la infalibilidad de las historias víctimas y promover las historias de corresponsabilidad, un discurso más sincero acerca de lo que pasó, de lo que se hizo, de lo que se construyó y destruyó conjuntamente. Cuando no importaba que corriera la sangre, todos sacaban la espada. Ahora, el pudor (casi la misma fonía, en catalán presagia catástrofes) impide luchas, salvo las dialécticas y las judiciales. ¿O habrá más? Algunos las quieren, a modo de catarsis purificadora. ¿Por qué no se prenden fuego ellos solitos en la hoguera? Porque les falta pira, valor y sentido común.