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El meollo

El pregón

¡Menudo tostonazo de pregón que soltó Conchi Pereiro Ramos la mañana del sábado en la plaza de la Pedreira! Esa impresión más bien penosa causó entre propios y extraños un speech para el olvido.

Nunca habría escrito este comentario sino fuera por la coincidencia de opinión, tan escuchada, compartida y generalizada durante las últimas cuarenta y ocho horas en charlas, tertulias y chats, sobre la manifiesta pobreza de tan desdichado pregón. Una impresión que brota, si cabe con más rotundidad, de una lectura pausada y repetida del texto impreso en su histórico taller de la plaza del Teucro por el bueno de Peón. Ni chicha ni limoná.

Vaya por delante que un plausible desempeño de tan honrosa encomienda no tiene absolutamente nada que ver con una cuestión de género. No se trata de eso. Conchi Pereiro se equivocó en el fondo y en la forma de su pregón, al igual que probablemente erró también con su elección la concejala de fiestas, Carmen da Silva, mal que le pese.

La aceptación de la tarea de pregonera incluye una responsabilidad inherente cuyo éxito final dista mucho de encontrarse asegurado por una inspiración más o menos reivindicativa. Un pregón obliga mucho, y es bueno o malo, al margen de quien lo escriba o quien lo pronuncie. Ahí y solo ahí radica la crítica formulada por los unos y por los otros al texto insulso, descontextualizado y aburrido de la pregonera 2017. Si acaso solamente agradó a todos sus amigos y, naturalmente, al equipo de gobierno de Lores, porque cree que todo, todo lo hace bien.

Esta valoración crítica, pero desprovista de cualquier deseo de agraviar a la pregonera aludida, se sustenta en la base cierta de que cuantos más años atrás rebusquemos en las hemerotecas, mejores antecedentes encontramos de pregones leídos en esta ciudad por las personalidades elegidas para tan alto cometido, desde Torrente Ballester hasta Víctor F. Freixanes, pasando por Pedro A. Rivas Fontenla. O sea que vamos a peor y este año hemos dado un paso de gigante en la mala dirección.

El meollo de la cuestión está en saber si alguien aconsejó mal a Conchi Pereiro Ramos o se equivocó ella sola y su amanuense, a la hora de redactar un pregón que dejó mucho que desear, por decirlo de una forma educada.

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