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Una decisión fuertemente contestada

La cerrazón a ultranza del ecónomo de San Bartolomé provocó un fuerte malestar en buena parte de la ciudadanía pontevedresa. Durante aquellos días previos al inicio de las fiestas de la Peregrina, no se habló de otra cosa y el cura Carracedo Torreira salió finalmente trasquilado.

Las réplicas y los varapalos a sus endebles argumentos no surgieron de anticlericales furibundos ni de izquierdistas sectarios, sino que llevaron la firma de fervorosos católicos como Hipólito de Saa y José Luís Fernández Sieira.

El bueno de Hipólito de Saa considero lamentable el incidente y afeó al polémico ecónomo tanto el uso de textos pontificios como la utilización de decisiones tomadas por el Concilio Vaticano II "para avalar una prohibición que no entra en el ámbito de la doctrina contenida en los documentos mencionados".

Sobre la censura dirigida contra la Comisión de Fiestas, el ex franciscano señaló que "aunque supiéramos ciertamente que los organizadores de tal ofrenda se movían bajo el impulso de una efímera vanidad que a nadie perjudicaría, tratándose de un acto en honor de la Madre de Dios en el cual iba a intervenir una nutrida representación de toda la ciudad, creo que estaba más que justificada un autorización".

"Si un fallo en la intención organizadora -añadió- fuese suficiente para viciar y hacer nula la realidad de un acto de culto a Dios, entonces gran parte de nuestras misas, funerales, procesiones, bodas bautizos y fiestas tendrían que ser suprimidas".

En lugar de una prohibición radical de tales actos, don Hipólito abogó por una rectificación cristiana. Según su parecer, "hay cosas de más trascendencia en el orden pastoral, dignas de ser prohibidas y corregidas, que una ofrenda floral".

Por su parte, Fernández Sieira subrayó su intención de no acentuar el calvario del ecónomo de San Bartolomé, "que cuenta hoy con suficientes espinas en su corona", y mostró su preocupación por la conversión de las parroquias "en reinos de Taifas, donde cada cual campe por sus respetos con criterio acertado o erróneo".

Con la aplicación del más sencillo y común de los sentidos, formuló su petición con claridad meridiana: "Si las ofrendas de flores a la Virgen son espectáculos folklóricos vacíos de amor y de fe, que sea la jerarquía quien decrete su extinción, pero también en Zaragoza, en Valencia y en Guadalajara". Es decir, o todas o ninguna.

Don José Luís, que ignoro el recuerdo que tendrá hoy de aquella controversia, puso el dedo en la llaga cuando denunció la pérdida de la unidad y del respeto a la jerarquía, así como la falta de humildad en la Iglesia.

Y ante la supresión de tantas y tantas manifestaciones de carácter mariano en las últimas décadas, se preguntó qué tenía de malo aquella iniciativa de la Comisión de Fiestas "con sana y devota intención".

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