La vanidad es un defecto que en las mujeres se tolera, pero que en los hombres es insoportable.

El vanidoso suele ser poco inteligente, pues si se conociese un poco no presumiría de nada. El vanidoso suele tener pocos amigos, la gente huye y los amigos que tiene suelen ser gente muy buena que soporta las ínfulas del pavo real.

Tenemos muchos motivos para no ser vanidosos y mi padre decía un refrán muy certero: "El árbol, cuanto más cargado, más humillado". Si Dios te da la responsabilidad de tener mucho fruto, tienes que hacer como el árbol más humillado, para que los frutos puedan estar a mano y ser recogidos.

El árbol sin fruto no está caído y está altivo y nadie se fija en él pues nada puede dar.

La vanidad en la mujer es más soportable, suele ser en pequeñas cosas, como sentirse guapa o atractiva o de buen tipo, que hace más bello este mundo en que vivimos.

La vanidad es un defecto en que tenemos que luchas constantemente. San José María Escrivá de Balaguer solía decir que era una losa que llevamos hasta que nos muramos.

La vanidad se vence con la naturalidad y la humildad. ¡Qué atractiva es la espontaneidad y la naturalidad siempre adornada por la humildad!

Qué poco realistas e inteligentes somos al creernos algo. Cualquier soplo, cualquier accidente y ya quedamos parapléjicos.

Cuando entramos en años, qué fácil es que tengamos un alzhéimer o un párkinson. Que tontos seremos si nos creemos algo.

La humildad hace a los seres humanos más inteligentes porque hay una predisposición de aceptación por parte de los demás.

La vanidad nos hace niños e inseguros. Estamos encerrados en una jaula de oro y, aunque los barrotes sean de oro, aquella no deja de ser una cárcel.

La vanidad nos hace ser menos valientes porque nos hace estar siempre pendientes de los que dirán.

La vanidad es como un globo hinchado que, al menor pinchazo, explota; y todos sabemos que nuestras vidas están llenas de pinchazos y contradicciones.

La vanidad no tiene que ver con el orgullo. La soberbia es el mayor pecado que uno puede cometer. Ese fue el mensaje que el ángel caído usó para engañar a Adán y Eva: si coméis del fruto seréis como dioses.

El orgullo bien entendido te hace superar dificultades para ser tú mismo y para verte con dignidad. Pues a luchar con fuerza para ser naturales.

Vanidad de vanidades todo es vanidad, ¡qué gran verdad!