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Soserías

Twitter en verano

En esta época veraniega ¿se siguen los chats, los tuits y el alto pensamiento especulativo que circula por las redes sociales como ocurre en los meses menos amables del resto del año?

Sería pavoroso admitir que, con el despliegue de looks propios de la estación, con los caftanes y pareos más los pantalones cortos y las camisetas de camuflaje, se relajara la disciplina. Así como no se debe bajar la guardia ante el consumo desparramado de grasas y azúcares por el simple hecho de estar de vacaciones, lo mismo cabe decir del enganche a esas formas modernas de la comunicación que tanto bien están haciendo al entendimiento entre los humanos. Desatender la rutina de poner en Twitter que nos hemos levantado, defecado recio, desayunado un tigretón y cortado las uñas de los pies, entraña peligros que luego es muy difícil sortear. Si se pierde el hábito de dar conocimiento al mundo de las menudencias de nuestra jornada, se pueden contraer costumbres peores y acabar incluso olvidando oír los últimos hits de la playlist.

Además ¿qué es una menudencia?, ¿lo es que le he dicho a Paula Bárbara que he visto una película de Netflix con Ramón Ignacio? No me lo parece, antes creo que son noticias que no debemos guardárnoslas como egoístas sino que es un signo de generosidad compartirlas con el resto de la humanidad. ¿Se ignora que de bagatelas e insignificancias está construida la Historia, esa señora con mayúsculas que se estudia en la ESO y que nos acosa con terquedad de inspector de Hacienda? ¿Alguien ha olvidado que Marcel Proust dedicó varias páginas de su inmortal novela a describir las experiencias que vivió mojando una simple magdalena en una taza de té que le había preparado su madre? Y Proust era Proust, un tipo fino y un auténtico filigranas cuando cogía el papel y la pluma.

"Cualquier material es bueno para el poema con que arda y se queme" nos dijo el poeta. Pues bien cualquier material es bueno para ser acogido por Twitter con el alborozo merecido y en él quedará grabado de por vida como esa lápida de mármol que recuerda el lugar donde nació Menéndez Pidal. Por cierto, un historiador que se nutrió precisamente de parvedades y curiosidades filológicas.

Así que bien están los desahogos playeros y los excesos en esas noches de luna opulenta y de niñas con curvas como ánforas pero sin olvidar lo que son las obligaciones sustanciales con nuestros semejantes.

Es como si abandonáramos los lugares comunes que usamos en nuestros razonamientos y los dejáramos tristes y huérfanos simplemente porque estamos en verano. Sería terrible porque esos lugares comunes, que otros llaman tópicos, rigen el mundo, apuntalan el edificio social, son ménsulas que sostienen nuestros decires y quehaceres. El tópico es el bastón con el que nos desempeñamos en la comunicación con los vecinos y sirve además para atizar con él al antagonista por muy sabihondo que sea. Sépase, por si alguien lo ignora, que un buen tópico, hábilmente invocado, honra y da gloria a la charlatanería andante.

El tuit nos hace humanos y el tópico nos fortalece. Ambos nos hacen entrañablemente tontos. O, mejor, neo-tontos.

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