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Sobre el malestar de los jueces (y II)

Quo vadis, Catalá?

Sobre el malestar de los jueces (y II)

Las asociaciones judiciales, en unión y hermandad, han llevado hasta el Parlamento sus reivindicaciones, y allí se han reunido con los grupos parlamentarios de los cuatro grandes partidos para transmitirles el malestar creciente de la Carrera Judicial y darles noticia de las catorce propuestas para la mejora de la Administración de Justicia firmadas por las cuatro asociaciones judiciales y respaldadas por entusiastas adhesiones de más de 3.400 jueces. Como en estas ocasiones ocurre, ha habido buenas palabras, gestos de comprensión, anuncio de intenciones.

El trámite de cortesía está cumplido. Pero estos encuentros protocolarios y estas carantoñas preliminares de nada valen si no toman cuerpo y carne en decisiones y actitudes contundentes, decididas y efectivas. No caben ya aplazamientos, ni promesas. El tiempo de las palabras está agotado y el de los gestos, manido. Ahora es el tiempo de los hechos, de las inversiones, de la planificación de una Administración de Justicia del siglo XXI. Llevamos mucho retraso en su puesta al día. A estas alturas nadie puede decir que desconozca su deplorable situación. Las asociaciones han sido claras con los parlamentarios: "Sentimos decirlo, pero tenemos dificultades para garantizar la tutela judicial efectiva. Nuestra situación es límite y el malestar entre nuestros compañeros está muy extendido. Mucho más de lo que ustedes pudieran sospechar".

La imprevisión y abandono con que se ha tratado a justicia es causa de dislates intolerables. La ratio de jueces por número de habitantes es de las más bajas de Europa; urge una política de crecimiento (con todas las dificultades que ello comporta). Según el CGPJ, hay 730 órganos unipersonales por encima del 150 por ciento de la carga de trabajo, y aún los hay que superan el 300 por ciento. Pero desde luego, no son estos los únicos problemas de gravedad que pesan sobre la Justicia española. No es que ahora la situación sea insostenible, es que lo es desde hace ya muchos años.

El problema es de tal envergadura, hay tanto por hacer, que dudo mucho, no ya de una voluntad política seria y pujante que -a la vista está- hasta ahora no ha habido, sino de que haya personas con capacidad e imaginación para abordar tan magno problema. Francamente, creo que no saben por dónde empezar.

Urge también el establecimiento de unas cargas de trabajo, que es petición que las asociaciones judiciales vienen haciendo al CGPJ desde el año 2014 para que, de una vez por todas, se regulen y fijen unos módulos que sean adecuados a la complejidad de la sociedad actual y, a la vez, compatibles con el derecho al descanso y la conciliación familiar. La dejación por parte del CGPJ ha llegado a tal extremo que ha llevado a las asociaciones judiciales a presentar una demanda de conflicto colectivo para que se proceda a la regulación de la carga de trabajo de los jueces.

También es objeto de preocupación para las asociaciones el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), su organización y funcionamiento, su cuestionada independencia, su prestigio, hace tiempo en imparable y preocupante declive. El grupo parlamentario del PP, con los demás grupos, admite que el CGPJ es un fracaso y que es necesaria su reforma. Y la cosa tiene su gracia -triste gracia- porque fue un gobierno de ese partido el que, por mano del ministro de Justicia, Sr. Gallardón, incumplió lo prometido en su programa electoral y deformó aquel organismo creando categorías entre los vocales e introduciendo un sesgo presidencialista que choca abiertamente con el modelo precedente, al que ahora se quiere volver.

Pero, digámoslo todo, tienen esos encuentros entre asociaciones y parlamentarios algo que no debe pasar desapercibido -otra triste gracia, o sea, desgracia-; veo en uno y otro lado interlocutores de los que no puede decirse hayan sido ajenos al descrédito del CGPJ, pues, llegado el momento, no tuvieron inconveniente en dejar la imagen de la independencia del poder judicial hecha unos zorros. No es de recibo que ahora reaparezcan, cual impenitente e insufrible Guadiana, en estas lides reivindicativas. ¿Acaso pueden merecer alguna credibilidad en tareas regeneracionistas? Ninguna, absolutamente ninguna. De todos modos, dada la amnesia interesada de algunos y el atarantado arribismo de otros, intuyo claramente la hoja de ruta. Y así nos va.

*Magistrado de la Audiencia Provincial en Vigo

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