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Ceferino de Blas.

La procesión

Está por escribir la historia de las fiestas del Cristo de la Victoria, cuyo acto culminante es la procesión, que agrupa a los vigueses más que ningún otro acontecimiento, impresiona a los forasteros y ha inspirado a la condesa de Pardo Bazán el más bello texto sobre esta centenaria liturgia.

"Cirios" lo titula, para expresar el sentimiento que la sobrecogió al ver miríadas de velas en la noche alumbrando su paso.

Los vocablos que más cuadran a la procesión por antonomasia de los vigueses son: sorpresa y admiración.

En frase de un antiguo editorialista, "es una de esas emocionantes imágenes del Crucificado que desde Finisterre se veneran en iglesias vecinas al Océano", como las de Bouzas y Cangas. Pero la emotividad que desprende la procesión que recorre las calles de Vigo sobrepasa a cualquier otra.

Por eso los archivos de la colegiata, los municipales y los diocesanos son una invitación a completar esta parcela de la historiografía local. ¡Ojalá aparezca el documento que revele cuándo se celebró la primera procesión!

Lo que conocemos es el primer relato periodístico que existe. Se remonta a 1854. He aquí el texto que leyeron los vigueses de la época:

"El domingo, 23 de abril, se celebrará en la colegiata de esta ciudad el aniversario del Santísimo Cristo de la Victoria, con toda la solemnidad que le sea posible a este pueblo religioso, que atribuye el rescate de su independencia a la invocación de esta divina imagen".

E informa: "Por la mañana asistirán a la misa solemne todas las corporaciones y autoridades y lo mismo a la procesión de la tarde, que llegará hasta el exconvento de monjas en el Arenal".

El día 27 -el periódico solo se publicaba entonces dos veces por semana, jueves y sábados-, aparece la primera reseña.

El cronista describe, con el acicalado lenguaje decimonónico, que la procesión salió de la colegiata a las 5.30 de la tarde, "con las corporaciones civiles y militares, dos bandas de música, y toda la guarnición de la plaza". Delante iba un grupo de personas ofrecidas, "madres, hijas, esposos arrancados de las garras de la muerte por favor del cielo. La mayor parte iban descalzos".

Al regresar, era de noche y los "asistentes admiraron el nunca visto alumbrado que se extendía desde el convento de las monjas hasta las puertas de la ciudad".

Una procesión de más de cuatro horas de duración, de una población pequeña -Vigo tendría seis mil habitantes-, aunque se le sumasen las gentes de Lavadores y Bouzas, entonces independientes, y de los municipios vecinos, como ocurre ahora, es evidente que revestía una gran solemnidad.

La mera descripción sirve para comprobar las similitudes que se aprecian entre lo que ocurría hace 163 años y ahora. La esencia del ceremonial apenas ha cambiado, lo que refrenda la consistencia y fundamentos que lo inspiran.

¿Cuáles son las motivaciones que llevan a participar o presenciar la procesión a tantos miles de personas? Son varias y diversas: la espiritualidad, la tradición, los sentimientos, la espectacularidad. Y, sobre todo, el viguismo, ya que desde tiempo inmemorial una forma de ser vigués es identificarse con la devoción al Cristo de la Victoria, como explican distintos escritores que a lo largo del tiempo analizaron esta manifestación sociológica.

Por eso la liturgia procesional trasciende en el tiempo e infunde fervor, admiración y respeto a los vigueses, por encima de sensibilidades ideológicas y creencias. La devoción al Cristo es parte indispensable del alma viguesa. Es el símbolo más antiguo y venerado de la ciudad y el acontecimiento ciudadano en el que todos quieren participar.

Es el contexto que invita a recomponer la historia de las fiestas del Cristo, que además de resolver un vacío intelectual, da respuesta a los interrogantes sobre el mayor acontecimiento anual de Vigo. ¿Cuándo y por qué comenzó a celebrarse la procesión del Cristo? Un reto más a los historiadores y estudiosos de la ciudad.

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