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Israel: un camino para la paz (y II)

Creo que fue un error histórico (debido en gran parte a los ingleses) la fundación del Estado de Israel si tenemos en cuenta los más de setenta años que siguieron de guerras, violencia y sufrimientos y en los que aún estamos. No era inevitable la transformación de comunidades nacionales de diferentes países europeos de religión judía en un estado. No había un pueblo judío sino alemanes, rusos o americanos de religión judía, en trance de mayor o menor integración según la virulencia antisemita por parte de sociedades con otra fe mayoritaria. De hecho, los judíos más integrados, los americanos, fueron los que más se opusieron a la creación del nuevo Estado.

Pero ese error, si lo fue, es hoy irreversible. Hay un Estado y un pueblo nuevos, el israelí, con una historia de éxitos incontestables y realizaciones admirables como la resurrección del hebreo. Cualquier análisis de la situación en la región debe partir de esta realidad. Y el segundo punto, de una claridad comparable a la del anterior, es que no hay lugar para dos Estados en Palestina y que su defensa dificulta la lucha de los árabes mientras que el gobierno israelí apoya "de boquilla" el Estado palestino al tiempo que lo vuelve imposible.

Ese hipotético Estado palestino, además de no resolver la situación de los árabes de Israel, sería una frustración para los palestinos, un bantustán dominado por un Israel, autojustificado en sus estrategias imperialistas por el foco de inestabilidad para la región en que aquel probablemente se convertiría, con segura caída en poder de los elementos más extremistas.

El liderazgo palestino, debe renunciar, de una vez por todas, a un Estado palestino y reconocer, sin reservas, al Estado de Israel (extendido al conjunto de Cisjordania y Gaza) como el Estado de todos los israelíes, árabes o judíos, y luchar con el apoyo internacional, por la plena igualdad de derechos de todos los ciudadanos de ese Estado, en una lucha semejante a la de la mayoría negra en Sudáfrica. Con una diferencia muy importante: el resultado no puede suponer la disolución del componente judío en el seno de una eventual mayoría árabe. No sería realista para el éxito del proceso y, sobre todo, la perdurabilidad de ese componente es esencial para nosotros los europeos. Por ello un Estado binacional, un modelo semejante al pendiente de aprobación en Chipre por turcos y griegos y con todas las adaptaciones necesarias, parece la única salida realista del conflicto. Un Estado inicialmente con asimetrías inevitables en el reparto de poderes (piénsese en el armamento atómico israelí) pero que sería un factor revolucionario en la geopolítica de la región y que al progresar la integración podría incorporarse a la Unión Europea donde se reabsorberían aquellas asimetrías. Que así sea.

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