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desde mi atalaya

Manuel Torres

Romería de Sete Espadas

En las Siete Espadas, lugar de Mogor, donde se encuentra la hermosa ermita dedicada a la virgen de las Siete Espadas, en la que anualmente el día 25 de julio, se celebra una tradicional y popular fiesta, y que tiene su continuación al día siguiente en honor de Santa Ana, en la que antiguamente se celebraba una concurrida romería. La ermita es sencilla, como casi todas, de traza rectangular con un pórtico cubierto, en la que destaca un crucero con la cruz policromada, y como decimos todavía en la actualidad sigue celebrándose el culto, en contraposición con otras que totalmente abandonadas, y otras perdidas para siempre, dejando morir una tradición secular de nuestros antepasados.

Para todos aquellos marinenses que no recuerden aquella romería que llenaba todo el pinar circundante y en la que multitud de romeros acudían todos los años para celebrar la festividad y hacer una comida campestre en familia, vamos a recordar aquellos tiempos de esplendor y asistencia.

La fiesta comenzaba la víspera con una gran verbena en el reducido atrio que se abre ante la ermita en la vertiente occidental del monte de Penizas con una vista extraordinaria sobre la ría, se congregaban multitud de personas con un gran ambiente, sobre todo gente joven, que se disponía a disfrutar de la verbena nocturna, que comenzaba con una gran salva de cohetería de palenque que rompía la paz de los frondosos pinares, iluminados por el amarillento reflejo de un sol ya mortecino, que permitía contemplar la brillante iluminación a la "veneciana", con vistosos farolillos y banderitas que cubrían todo el camino. Amenizaba la verbena la Banda de Música Popular de Marín, que se colocaba en un improvisado palco de madera al borde del camino, bajo una frondosa rama de un castaño y comenzaba el baile con una gran animación y alegría hasta bien entrada la madrugada.

A la mañana siguiente comenzaban a acudir los primeros romeros con sus cestas de empanadas y garrafas de vino, para escoger un sitio adecuado donde instalarse, al tiempo que mendigos, impedidos y ciegos iban ocupando todo el largo del camino. Así mismo tenderetes y puestos se instalaban por el camino y mostraban su variada y heterogénea mercancía, que iba desde el betún para el calzado a las suculentas rosquillas.

Sobre el mediodía, y antes de la misa, el atrio se encontraba rebosante de gente, de tal manera que apenas se podía dar un paso, y entonces aparecía el acordeonista "Xiraldo", entonando alegres "muiñeiras". Al finalizar la misa, salía la procesión acompañada de infinidad de romeros que seguían con gran devoción a la virgen, y un gran estruendo de disparo de cohetes.

Al finalizar se hacía la calma y la muchedumbre se dispersaba por los pinares para celebrar la comida, que se efectuaba sobre una laja de piedra, y se disponían a dar buena cuenta de la suculenta empanada de "raxo", "escacho" o vieiras, comida que duraba hasta el atardecer, en el que los romeros se encaminaban cuesta abajo hasta Marín, después de haber pasado una espléndido día y disfrutar de la romería. ¡Eran otros tiempos!, indudablemente.

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