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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las Medallas

En tiempos como estos, en los que la mezquindad se ha vuelto hábito, y hasta en cierto modo una regla a la hora de hacerlo, resulta aún más difícil ejercer la opinión sin que haya quien acuse al que lo haga de caer en aquel "pecado". Y, sin embargo, es necesario porque, si no está motivada por intereses espurios o envidias y se refiere a asuntos públicos, contribuye a romper el pensamiento único y a enriquecer, con el debido respeto -que no siempre significa acuerdo- el sistema de libertades.

Sirva el prefacio no -como advirtiera el latino- a modo de una excusatio non petita en la que muchos ven una acusatio manifesta, sino como referencia a una discrepancia con las Medallas de Galicia 2017. Desacuerdo que, con la clara conciencia de que es solo una opinión -sin duda antipática y no compartida por bastantes- que no se plantea desde la discusión de los méritos que reúnen los premiados, sino de los criterios con los que este tipo de galardón, que lleva nombre tan elevado, se conceden.

Sería seguramente más exacto afirmar que el desacuerdo se expresa con la ausencia de un criterio más uniforme y menos particular que el empleado hasta ahora, sobre todo en algunas ocasiones anteriores y singularmente en esta. Y no porque se reclame uno absolutamente objetivo, ya que en definitiva parte de una serie de personas llamadas a decidirlos y, por tanto, con una lógica carga de subjetividad, pero al menos sí capaz de ser compartido por la mayoría.

Es obvio que el motivo genérico de la concesión de las Medallas de Galicia es haber prestado grandes y señalados servicios a este antiguo Reino, y si se discutiesen los que stricto sensu reúnen los medallistas de todas las ediciones probablemente se cometería una injusticia que ninguno de ellos merecería. Habrá, por tanto, que argumentar no tanto con los méritos reconocidos, sino con los que no han bastado para que otros personajes, vivos o muertos, reunieron sin ser sujeto de ese reconocimiento.

No tendría sentido establecer comparaciones, que en este caso serían especialmente odiosas, pero sí recordar que, por ejemplo -y si la memoria no le falla a quien esto escribe-, Manuel Fraga no ostenta esa Medalla de Galicia, al menos con esa denominación. Ni José Cuiña que transformó Galicia en un país modernamente vertebrado en sus comunicaciones. O Emilio Pérez Touriño, que con su "cambio tranquilo" demostró que se puede ser de izquierda moderada y patriota. Y otras mujeres y hombres que hicieron la democracia y la convivencia que hoy es norma en este país.

Y es otra injusticia no mencionar a más que merecieron las Medallas. Por eso no se critica su concesión, sino que se reflexiona sobre ella. Siempre con buena intención.

Claro.

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