¿Están programados los empleados públicos para quedarse obsoletos? Debemos preguntarnos si el actual diseño del sistema de acceso a la administración pública, entendámonos, de los procesos selectivos (oposiciones y concursos), y el desempeño-tipo de la carrera profesional puede hacer que los empleados públicos se vuelvan obsoletos o no funcionales. El interrogante plantea si el marco que se aplica parte de un deficiente diseño que hace que, llegado un tiempo, "caduque" el período de vida útil de dichos empleados.

Para responder a esta pregunta habría que analizar varios problemas que se producen a lo largo de la vida del empleado público. En primer lugar, en el acceso. Porque en el sistema actual se premia la actividad memorística por encima de cualquier otra capacidad. A pesar de la evolución que ha experimentado la sociedad en los últimos años, un simple vistazo a cualquier boletín oficial bastará para observar que en los últimos 30, los procesos selectivos apenas han cambiado. En el mejor de los casos, en las oposiciones se han introducido algunos temas diferentes, pero siguen sin comprobarse las habilidades relacionales, profesionales y, en su caso, directivas, sin adaptar los procesos al cambio que ha llegado al modelo de administración, especialmente con el entorno tecnológico.

En segundo lugar, en el desempeño de sus funciones. La fuerte y rígida estructura burocrática de la administración beneficia a los resistentes, a los adoradores del status quo establecido y desanima a aquéllos que, dentro de su ámbito de actuación, pretenden introducir mejoras en el servicio público. Y, en tercer lugar, en la promoción profesional, porque una vez consumado el acceso, el proceso de desarrollo de la carrera profesional es todavía peor. No existe promoción profesional garantizada como tal. Las garantías de permanencia e inamovilidad que caracterizan el modelo de empleo público se transforman en dificultades para contar, tener y retener al mejor personal al servicio del mejor fin, el servicio público.

Es un problema, un serio problema que debería abordarse ya. El diseño (o la ausencia de) de los procesos selectivos en el acceso al empleo público peca de una inexistente actualización que lastra gravemente las posibilidades de una administración moderna y eficaz, basada en los servicios públicos de calidad y que sitúe a los ciudadanos en el centro del tablero. Algo que el sector privado cuida tanto, la captación de talento y la capacidad de generar y transferir conocimiento no parece tener importancia allí donde los valores que impregnan a la administración, y su esencia y finalidad en sí misma más lo justifican.

Por eso podemos decir que el actual modelo de empleo público sí parece articularse sobre la base de una cierta obsolescencia programada. Un sistema que no se diseña desde procedimientos y mecanismos que permitan el desarrollo profesional y la mejora continua desde el conocimiento, la agilidad y la flexibilidad que requieren en muchos casos, las nuevas demandas ciudadanas de una administración proactiva, siempre orientada a la sociedad, facilita la devaluación del capital humano.

Para cerrar en positivo, decir que pese al dibujo realizado, el sector público cuenta con magníficos empleados y empleadas, que cada día, sin apelar al horario establecido, al estatus quo ganado ni a su condición "funcionarial", contribuyen mucho más allá de lo esperado, generando valor público, pensando y repensando el modelo organizativo y de servicios, para una Administración del siglo XXI. Que frente a cualquier generalización existen múltiples excepciones, brillantes ejemplos que rompen la regla, y permiten un halo de esperanza. Pero eso no significa que no deba actuarse sobre el modelo descrito. Hay lugar para el talento en el sector público.

*Doctora en Derecho y Secretaria de Administración Local