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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El tiempo

A la vista de los precedentes, y tras conocerse eso, tan pomposo, que firmaron en Barcelona Sánchez e Iceta en nombre -lo de la representación, tras conocerse el texto, ya es harina de otro costal- del PSOE y el PSC, la incógnita en términos de Galicia es cuánto tiempo tardarán algunos en asumir sus tesis. Porque aquí, para vergüenza y desgracia del país, las malas imitaciones políticas son la costumbre en los tiempos modernos, al menos desde que Fraga murió y Beiras envejeció.

Es cierto que en este antiguo Reino ya surgieron voces, antes y ahora, que plantean demandas muy parecidas a partes del contenido de la cosa barcelonesa del "nuevo" socialismo, pero se limitaban o a dar testimonio de un irredentismo singular o, más a menudo, a tratar de reunirse en lo que los demandantes creían un sendero de futuro electoral. Y cuando tocaron a urnas, el asunto quedó claro: aquí, los que defienden una España desigual -que no es lo mismo que plural- apenas suman un número bajo.

Y la cosa sigue más o menos igual, aunque en comicios regionales los mensajes suenan menos alarmantes para el conjunto y aquí, quienes aquello predican, lograron mantener las migajas de lo que un día, con otras propuestas, los hizo segundo partido gallego. Lo malo ahora es que parecen a punto, al menos algunos, de pasar de la utopía a la ficción y, sobre todo, a pretender que las vías "democráticas" de verdad solo son útiles cuando favorecen las ocurrencias de cualquiera. Y hay que tomar nota.

Conste que se dice lo de "ficción" porque, al menos en opinión de quien esto escribe, la llamada "declaración de Barcelona" no solo evidencia que sus firmantes no saben lo que es una nación -ni siquiera ateniéndose a la anticuada fórmula conceptual de Manzini supo definirla Sánchez en un debate con su hoy manso colega Patxi López-, sino que en términos de practicidad va más allá y se convierte sencillamente en una auténtica idiotez. Salvo que se quiera lo que Puigdemont y su tropa: un golpe al Estado.

(Hay algo aún peor. La táctica de Pedro, Pablo y demás apóstoles de las barricadas ideológicas, pretende convencer al público de que el gran culpable del enorme problema catalán no es solo el heredero de Arturo Mas, sino Mariano Rajoy por mantenerse en el único lugar que corresponde a un presidente de gobierno democrático: el de la defensa de la Ley. Y quien esto opina, que no es precisamente marianista, espera que al menos aquí no cuaje esa idea que no solo es errónea, sino mendaz.

¿Eh...?)

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