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El año que viene en Sefarad

Un pasado sigue vivo, no importan los siglos transcurridos, mientras el vientre de la bestia sigue fértil

Cuando en el bachillerato tuve noticia de la expulsión de España de los judíos y, más tarde, de los moriscos y de los procesos y hogueras de la inquisición se encendió en mí una indignación y un dolor que no se han apagado y morirán conmigo. Y reavivados por la actitud de Franco de no conceder pasaportes, pese a la petición de los cónsules, a la hermosa comunidad sefardita de Tesalónica que por ello desapareció en el infierno nazi.

Al leer, selectivamente, la Divina Comedia, imaginé nuevos círculos infernales en los que iban descendiendo, siempre expulsados de los anteriores, y atormentados por los puñales más agudos de la oscuridad y el frío, nuestros principales genocidas, Isabel y Fernando, Franco y tantos secundarios.

Hay pasados y pasados. Hay pasados cancelados como los crímenes de los romanos o las matanzas de Tamerlán. Pero hay pasados vivos como el que se abrió con la expulsión y los crímenes del descubrimiento de América. Fue ayer cuando se suprimió la inquisición (1820) es hoy la represión franquista. No son "historias del abuelo", como decía un joven, pero viejo portavoz político.

Un pasado sigue vivo, no importan los siglos transcurridos, "mientras el vientre de la bestia sigue fértil" aunque perduren solo sus más ínfimos vestigios y actitudes. Este pasado y otros seguirán clamando y exigiendo en nosotros. Únicamente se convertirán en historia con la justicia del perdón solicitado y de la plena reparación que deben ser asumidas por el estado que no puede alegar irresponsabilidad por los hechos de regímenes "distintos y distantes". Como representante ético, por lo menos idealmente, de una sociedad es incompatible con soluciones de continuidad.

Aun esperamos una petición de perdón de los gobernantes democráticos españoles por la expulsión, por la masacre de las colonización americana, por los crímenes de la dictadura. Solicitar perdón produce catarsis general. Y reparación, no el incumplimiento de la Ley de memoria histórica, no una raquítica y burocrática concesión de nacionalidad a los sefardíes, sino sacar a miles de españoles de las cunetas y una concesión generosa de nacionalidad (y dentro de nuestras posibilidades) a los refugiados y perseguidos, e impulsar compasión y solidaridad, en el interior y en el exterior

Que en los hogares abrumados del mundo pueda decirse con esperanza "El año que viene en Sefarad."

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