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Ceferino de Blas.

El cuarto bolsillo

No es sencillo elegir un titular cuando se trata de cuestiones aparentemente tan diferentes como los inconvenientes del verano o el bolsillo de Florentino. Veamos.

Es evidente que esta estación del año es la más liberal en materia de atuendo. La gente viste de manera informal para adaptarse al ambiente.

Las mujeres, siempre con el toque de glamour, pero como les da la gana. El feminismo se ha impuesto por tierra, mar y aire. Los varones, como pueden. Es la época de los pantalones cortos o las bermudas, sin que nadie ose poner trabas. Aunque no en todas las circunstancias.

Una de las noticias del verano la protagonizó un grupo de alumnos que, sin ser escoceses, se vistieron faldas para ir frescos a clase. Fue un gesto de protesta contra la dirección del colegio que les prohibía acudir en bermudas, en plena canícula, alegando razones disciplinarias. Pero como no se impedía utilizar falda -no se especificaba el sexo del usuario-, a golpe de imaginación y con mucho valor, se ataviaron de féminas minifalderas para huir del calor. Y convencieron a los de la disciplina.

Es decir, en determinadas ocasiones, y depende de qué situación u oficios, no se puede utilizar pantalón corto en verano, y hay que ponerse el habitual, el largo.

Es cuando se advierte que, al no usar chaqueta, surgen inconvenientes.

Normalmente, cuando el ciudadano sale de casa, lleva al menos tres impedimentos: la cartera con el dinero, las tarjetas y documentos personales, el móvil y las llaves.

En las épocas en las que se utiliza la chaqueta, en invierno, primavera u otoño, se dispone de los suficientes bolsillos para guardar esos objetos. La cartera y el móvil pueden ubicarse en los bolsillos interiores de la chaqueta, y las llaves en los de los pantalones. Pero en verano, con el único recurso de los pantalones, es más complicado.

Aunque la cartera quede lo más plana posible, porque se reduzca el contenido a una sola tarjeta bancaria, el DNI, el carné de conducir y la tarjeta del Vitrasa, excluyendo otras, alguna de las cuales acabará haciendo falta, resultará incómoda en uno de los bolsillos delanteros, pero tiene ubicación. Con el móvil ocurre lo mismo, al guardarlo en el otro. El bolsillo trasero prácticamente no sirve para nada, aunque mucha gente joven lo use para llevar el móvil - sin guardarlo, puesto que queda a la vista-, lo que supone un peligro de que se lo hurten o lo pierda. Pero debe ser la moda, porque cada vez se ven más ejemplos por la calle.

El problema son las llaves, máxime si forman un manojo. ¿Dónde se guardan?

Existe el método un tanto hortera de colgarlas de una trabilla, en el exterior del pantalón, pero la generalidad de la gente no lo hace. Y hay que encontrar un lugar donde alojarlas.

Las mujeres, por lo general, no tienen esa dificultad, porque utilizan bolsos, a veces tan grandes que pueden transportar media casa. También hay varones que los usan en la calle, pero es minoría.

El recurso es guardarlas en uno de los bolsillos delanteros, pero es un problema que compartan espacio con los otros objetos; pueden dañar el móvil o resultan incómodas al juntarlas con la cartera.

La mejor solución es el cuarto bolsillo, que tradicionalmente se ubicaba en la zona del cinturón, junto a las trabillas. Antes los traían todos los pantalones, pero han desaparecido, salvo en contadas marcas.

No hace muchos años, cuando el boom de la moda gallega, los modistas que empezaban a despuntar, y apetecía usar su ropa -Adolfo Domínguez, Verino, Purificación García-, incluían el cuarto bolsillo en sus pantalones, pero de un tiempo a esta parte lo han eliminado.

Y sorprende porque uno de los conceptos más manejados en el argumentario de la moda es la naturalidad y la comodidad, no sólo la estética. Pero da la sensación de que los nuevos diseñadores piensen preferentemente en la imagen, sin tener en cuenta la funcionalidad. Es como los arquitectos que diseñan casas espléndidas y se olvidan de cuestiones elementales para la habitabilidad.

En resumen, deberían recordar los diseñadores de moda gallegos, que tanto apreciamos, que el varón cuando sale de casa cada mañana en verano, con pantalón y camisa, necesita guardar los objetos, y en especial las llaves. Y el cuarto bolsillo que la tradición había consolidado porque cumplía una función -los usos y costumbres siempre tienen razón de ser-, sigue siendo muy útil. Necesario.

Menos mal que Florentino, acostumbrado a trabajar en el segmento masculino, preserva la tradición del cuarto bolsillo. Aunque sea cada vez sea más pequeño -apenas cabe el manojo de llaves-, y con toques de modernidad, cuando lo ubica en posición oblicua sobre el bolso del lado derecho. No en la cintura, como antaño. Pero, menos mal. Se puede salir de casa con los habituales objetos resguardados, cada uno en un sitio.

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