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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

La decadencia de la Perla de Arousa

La oferta hotelera de Vilagarcía está en consonancia con una ciudad que, resulta óbice, tiene escasas o nulas ambiciones por recuperar la fama de veraneo que conquistó históricamente cuando se impulsó el tren Santiago-Carril y sedujo a la alta sociedad económica y cultural, un paraíso elegido a finales del XIX por Rosalía de Castro y su marido Manuel Murguía, y que a punto estuvo de cautivar al rey Alfonso XIII a quien incluso se le obsequió la isla de Cortegada.

!Que lejos quedó aquel anhelo¡ !Cuantos enteros perdió la que en su día fue bautizada como la Perla de Arousa¡ Mucho habría que cambiar para recuperar aquel afán de prestigio con las ideas que, sin rubor, lanzan los actuales gobernantes con esa desesperante inacción a la hora de promover la ciudad, en el extenso sentido de la afirmación.

Construir un nuevo hotel quizás no sea la solución mágica para que Vilagarcía se convierta en Cancún pero poner obstáculos a proyectos de inversión suele llevar a fracasos consecutivos.No vale con decir no. Hay que recuperar el positivismo; simplemente porque genera ilusión para que el capital vuelva a moverse, a crear interés por un espacio de condiciones tan privilegiadas.

Pero si Nava Castro dice que ya hay suficiente oferta hostelera, como es la responsable de Turismo, habrá que creerle. Y si Alberto Varela está convencido de que los veraneantes de la ciudad ya tienen su propia residencia, pues también habrá que tenerle en consideración.

Pero estas tesis hacen que año tras año no se note ningún avance para que Vilagarcía vuelva a ser uno de los destinos elegidos por quienes visitan O Salnés. Y es que ni siquiera paran los cruceros para que los pasajeros puedan recorrer la monumental Cambados o Santiago, porque Vilagarcía abandonó recursos como sus playas, aunque luzca dos banderas azules en O Preguntoiro y O Campanario.

El turista no busca dos calas en los extremos de la ciudad sino una oferta de servicios completa que algún día quiso prestar en A Concha. Pero, ¿dónde quedó el Balneario? ¿Por qué nadie figura en la Guía Michelín? y ¿Por qué su único museo, el del Ferrocarril, languidece? No hay lugar para el optimismo. Quizás haga falta una reflexión.

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