Cuando Manuel Fraga se propuso hacer de Galicia la Baviera española, quiso agrupar los consulados en Santiago. Por eso se llevó de Vigo el de Cuba, gracias a sus buenas relaciones con Fidel Castro.

Desde que fuera embajador en Gran Bretaña, estaba convencido de que no existía poder territorial si no se conseguía el reconocimiento internacional. Es lo mismo que piensan ahora en Cataluña, donde el desmán soberanista los ha llevado a dar cuanto les pida el más insignificante de los países que los reconozca.

¿Por qué se frustraron las apetencias de Fraga de convertir Compostela en capital consular? Sencillamente por una razón práctica. Los consulados más representativos se encontraban en Vigo, donde cumplían una función que no tendría el mismo efecto en Santiago.

Viene al caso porque acaba de celebrarse la recepción anual del honorable cuerpo consular vigués a las autoridades. Un encuentro ya tradicional que hace visibles a los representantes de las naciones con legación en la ciudad, cuyas tareas son por lo general discretas, pero imprescindibles para los ciudadanos a los que representan.

Una nueva ocasión también para el debate histórico. En el transcurso de la recepción surgieron interrogantes todavía sin respuesta. Los plantearon respectivamente el decano del cuerpo, José Antonio de Román, cónsul de Dinamarca, y el jefe de la misión de Portugal, Manuel Correia da Silva.

En su discurso a los asistentes, De Román ligó el origen del consulado en Vigo a los consignatarios, que atendían a los buques de todas las banderas que atracaban en el puerto. Como debían aportar soluciones a los problemas que surgían, los países abanderados los nombraban sus representantes.

Al cónsul portugués le interesaba conocer el estado que primero abrió legación en la ciudad. Y si fue Portugal. En opinión de Marques de Magallanes, cónsul honorario de Ecuador, con más de medio siglo de representación diplomática, fue Inglaterra. Y parece verosímil, por la antigua e intensa relación marítima entre Gran Bretaña y la ciudad, aunque se desconozcan las fechas. Es la principal incógnita.

La respuesta posiblemente no se encuentre en Vigo, porque hayan desaparecido las fuentes documentales existentes en las legaciones locales, debido a los avatares sufridos por los traslados de sedes y la desprofesionalización de los equipos de trabajo.

La documentación que responde al origen histórico del consulado en Vigo se encuentra en los archivos del ministerio de Exteriores del país que primero instaló su legación.

Pero hasta tanto no se desvele la incógnita, he aquí un dato documentado. Una nota periodística constata la existencia de un consulado en Vigo anterior a 1863. El 1 de julio de ese año se publicaba el siguiente anuncio: "El Consulado de Su Majestad Británica se ha trasladado a la casa del Sr. Badía en el Ramal".

Una de las funciones importantes de los cónsules era asistir a la subasta -"remate", se denominaba-, de buques y restos de naufragios en las costas gallegas. El primer caso del que se itiene conocimiento es del 25 de enero de 1877. Se trata de la licitación, en el "Consulado de Portugal de este puerto", de un bergantín de esa nacionalidad, varado en la playa de Portela.

El uno de febrero de ese año tiene efecto, ante el cónsul del Imperio Alemán, la subasta de "los despojos procedentes del naufragio del bergantín alemán Concordia, y los tres mil quinientos quintales de carbón de Newport", pertenecientes al cargamento del buque.

En mayo de 1879, se procede a la subasta de "la arboladura, aparejos y otros efectos de la corbeta gala Toiva", ante el vicecónsul de Francia.

Otro tipo de función es la que convoca la representación de Guatemala en diciembre de 1880: pedir a los súbditos residentes en la provincia que presenten nota con sus datos en el Consulado para inscribirse en el registro.

Son ejemplos de las actividades que desarrollaban en el último tercio del siglo XIX, que describen la utilidad de las legaciones extranjeras y la relevancia internacional que había alcanzado Vigo por sus relaciones marítimas.

Por tierra era una de las ciudades peor comunicadas, y no romperá el aislamiento hasta mediados de los años ochenta, cuando se abra la línea de ferrocarril Ourense-Monforte, que da salida a la meseta.

Lo que hacía grande a la ciudad era el mar, que la conectaba con los principales países y llenaba de contenido a sus consulados. Era un emporio marítimo. De ahí que no solo en los orígenes, sino a lo largo de la historia y hasta la actualidad, hayan sido consignatarios muchos de sus representantes.

Desde los primeros tiempos convivieron los cónsules honorarios con los profesionales que representaban a naciones como EE UU, hoy sin legación; Gran Bretaña, que llegó a tener alguno de alto rango o Portugal, uno de los tres países que aún mantiene diplomáticos de carrera.

La época dorada del consulado fue durante la Primera Guerra Mundial, por el número de países representados y por la cualificación de sus diplomáticos. Era la demostración de la importancia de la ciudad, cuando existían líneas directas entre Vigo y Nueva York, que perturba la contienda. La paz fue festejada por los vigueses, que desfilaron por las legaciones de los países aliados, con una nutrida manifestación cívica y una animada fiesta.

La tecnología, la economía y la mejora en las comunicaciones, con la consiguiente centralización de funciones en las embajadas, han rebajado el nivel de los consulados, pero en urbes como Vigo aún son necesarios. Cumplen una función de importancia.

Vigo tiene razones para mostrarse orgullosa de ser ciudad consular desde hace tanto tiempo. Por eso debe facilitar su permanencia y hacer lo posible para que no desaparezcan más legaciones, por el prestigio que le otorga esta institución.