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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La crisis

Uno de los elementos que más sorprende en la crisis -porque lo parece: cosa diferente será su repercusión definitiva e incluso su posible "contagio" a otras empresas- del Puerto de Vigo es la respuesta que ha suscitado entre quienes deberían estar ahora mismo, por lo menos, preocupados. El "pues que se vayan" de su presidente podría interpretarse como un gesto de gallardía, sobre todo porque la referencia a la marcha de Maersk, que es una de las navieras más importantes del mundo, añadía que "ya se han acostumbrado a estar" sin ella tras su traslado a Marín.

Ocurre que esa posible gallardía en un gesto muy propio del carácter combativo y audaz del señor López Veiga es potencialmente también susceptible de considerarse una especie de provocación para ocultar el verdadero alcance de los daños. Y, de ser así, no habrá de esperar don Enrique que -en esa línea- registre su reacción demasiadas simpatías y, por supuesto, más gestos de solidaridad. Un negocio -y un Puerto lo es- ha de disponer de cuantos más clientes mejor, sobre todo buenos. Y perderlos no debería suscitar entre sus responsables una "costumbre".

En ese sentido, parece obvio que, desde la discreción y la calma, habría que analizar muy a fondo las causas por las que Maersk se va de Guixar, en Vigo, para ubicarse en un puerto más pequeño y que, sin duda, necesitará, sobre todo con vistas al futuro, inversiones en su mejora y adaptación. Que implicarán, quizá, participación pública y, por tanto, podría abrir lo indeseado e indeseable: una polémica entre localidades no solo vecinas, sino hermanas. Y de eso ya hay bastante aquí.

Ítem más: en la búsqueda de las causas por las que una empresa como esa abandona Vigo no puede obviarse, por ejemplo, la incidencia de las tarifas que se aplican y si son las adecuadas para resistir la competencia con otras terminales de carga. Y, en ese sentido, resulta obligado que, entre otros, se conozcan los detalles de cuánto y cómo repercute la estiba y desestiba en el elemento que, desde un punto de vista exclusivamente mercantil -porque es de suponer que solo se trata de eso-, decidió el traslado.

No debe entenderse esto como sugerencia malsana para endosar la responsabilidad de un revés para el Puerto de Vigo a una de las partes que en él trabajan. Como tampoco lo sería la extrañeza por la debilidad en la reacción mostrada desde el momento en que se inició la cuestión, ni la ausencia, otra vez, de la Xunta, siquiera en materia de opinión. A estas alturas no hay culpables, pero sí perjuicios. Y convendría conocer, si hubiere de aquellos, quiénes son o por qué pasó lo que pasó, en vez de "acostumbrarse" a vivir bajo los perjuicios, y por tanto peor, cuando no es necesario.

¿Eh...?

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