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Camilo José Cela Conde.

Tragedia

La propuesta lanzada por Pedro Sánchez a las "fuerzas del cambio" para echar al Partido Popular

Los griegos clásicos definieron la tragedia como aquello que es necesario e imposible a la vez. Quizá esa referencia literaria sea la mejor manera de abordar la propuesta lanzada por el nuevo secretario general del PSOE a las "fuerzas del cambio". Pedro Sánchez se mira en el espejo de la moción de censura presentada por Unidos Podemos y le sale la imagen de otra capaz de apartar al PP del Gobierno. De hecho, los principales diarios han identificado esa voluntad de echar al PP como el principal componente de un programa de oposición socialista que, por lo que hace al resto, aún está desdibujado. Unirse contra el Gobierno actual es un mensaje claro y fácil de entender. El único inconveniente es el de su condición trágica: para que salga de forma rápida sería necesario que estuviesen de acuerdo, además del PSOE y bajo su batuta, Unidos Podemos y Ciudadanos. Algo imposible, como han declarado ya hasta la saciedad cada uno de esos dos necesarios socios. La alternativa existe, pero es aún más complicada. Si el PSOE reiterase el pacto firmado con Ciudadanos en la anterior ocasión en que Pedro Sánchez lideraba el grupo socialista, las cuentas no salen en absoluto de cara a poder completar los 176 diputados necesarios para que triunfe una nueva moción de censura. Sumando PSOE y Unidos Podemos los números quedan más holgados pero sería necesario incorporar al frente anti-PP a los nacionalistas y algún escaño más. Ni qué decir tiene que para lograr una coalición así resultaría necesario conceder al soberanismo catalán el referéndum que ansía. ¿Seguro que todos los congresistas del PSOE lo aceptarían? En realidad, como se encargó de decirle Aitor Esteban a Pablo Iglesias en la moción de censura fallida, echar al PP del Gobierno es una utopía, si bien lograr mayorías para enmendar algunos puntos esenciales de la legislación actual resultaría posible. Siempre que no se pretendan sumar peras y manzanas. La voluntad reformista parece alcanzar incluso al propio PP, forzado por la manera como la situación actual, comenzando por el problema catalán, se le ha escapado de las manos. Más pronto que tarde habrá que reformar una Constitución que, en su forma actual, no sirve para resolver el problema territorial de España. Pero con la composición del Congreso, y más aún del Senado, cualquier reforma necesita del apoyo del PP. Bien trágicas quedan las cosas para el reformismo imprescindible si se quiere a la vez echar al PP y contar con él. Semejantes cálculos están al alcance de cualquiera. Así que, siendo imposible hacer lo que resulta necesario, a lo mejor el plan consiste en escribir alguna tragedia que pase a la historia de la literatura.

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