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Joaquín Rábago.

Macron

Nunca se ha visto un apoyo tan descarado de los medios al joven exbanquero

Resulta casi grotesca la rotundidad con la que los medios "saludan" - porque no puede llamarse de otra manera- el triunfo de Emmanuele Macron y su movimiento En Marche en las elecciones francesas.

Nunca se había visto un apoyo tan descarado de los medios franceses -y los nuestros- al joven ex banquero: continuas portadas y editoriales destacando sus cualidades, acompañados de reprobaciones sin fin a sus rivales de la extrema derecha y de la llamada izquierda radical.

Ganó primero las presidenciales quien algunos ya comparan hiperbólicamente con Napoleón gracias, entre otras cosas, a la traición de la izquierda a su electorado y a la continua e interesada demonización del líder de La Fance Insoumise, Jean-Luc Mélenchon.

Llamaron a votarle desde otros partidos, que asustaron al ciudadano con la posibilidad de una victoria de la candidata del ultra Frente Nacional si no se salía en tromba a apoyar a Macron.

Y, una vez conquistado el palacio del Elíseo, continuaron las maniobras en apoyo de Macron en las legislativas con el resultado de que el presidente francés no tiene hoy prácticamente oposición y podrá gobernar casi a su antojo.

Con todo, mueve a risa que algún medio global hable de "rotunda victoria" cuando en la segunda vuelta de las legislativas se produjo un 57 por ciento de abstención, todo un record histórico.

Tienen más sentido las palabras de la politóloga francesa Céline Braconnier, quien comentó así lo ocurrido: "Lo que me sorprende no es la magnitud de la abstención, sino que la gente siga votando sin creérselo".

Ahora, con el poder casi absoluto que le ha dado una minoría real del electorado, Macron podrá hacer lo que Berlín, Bruselas y los poderes económicos esperan de él.

Por ejemplo, una reforma del sistema laboral francés que pasa por facilitar el despido, como ya ha ocurrido en otras partes, y debilitar a los sindicatos, fomentando la negociación directa entre cada empresa y sus trabajadores en detrimento de la negociación sectorial.

Como argumenta el líder sindical de la CGT, Philippe Martinez, "se nos dice que es una revolución porque el presidente tiene 39 años, pero hay que ver lo que propone. Llevamos cuarenta años escuchando ese discurso".

El nuevo primer ministro, Édouard Philippe, ha asegurado a su vez que gobernará con "humildad y determinación". Como dice un amigo que no los ha votado: "¡Que nos explique Philippe tal oxímoron!"

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